Entrevista a Bob Traa exfuncionario del FMI y autor del libro ¿Quién paga la deuda?
¿Qué le llevó a escribir un libro sobre quién paga la deuda ecuatoriana?
Mi esposa es quiteña y tenemos una familia grande en Ecuador. La semilla del libro fue planteada en mi primera visita a Ecuador, en 1982. Noté que Ecuador es mucho más rico que mi país, Holanda, con una población similar a la ecuatoriana. Sin embargo, el ingreso per cápita en mi país es 10 veces mayor. Me preguntaba cómo un país con tanta riqueza natural y variedad geográfica tiene tantas familias pobres.
¿Cuál fue la respuesta?
He visitado unos 50 países en los 33 años que trabajé en el Fondo Monetario Internacional (FMI). Encontré el mismo fenómeno en muchos de ellos. Tal vez, cuando el dinero sale “fácil” no hay mucha presión para organizarse bien. Holanda, por ejemplo, tiene 40% de su territorio por debajo del nivel del mar, lo cual es una amenaza y genera una presión social para que el Gobierno y la sociedad trabajen juntos. Pero en países con muchos recursos naturales, la vida es distinta, la gente es más relajada, la sociedad no se organiza bien en invertir bien sus recursos. Es lo que se llama ‘enfermedad holandesa’ y Ecuador tiene un poco de eso, ya que el petróleo domina a otros sectores en términos de competitividad externa.
¿Cómo salir de esa dependencia petrolera?
Yo fui el jefe de misión del FMI en Ecuador en los años 2002 y 2003. Tratamos de construir algunas instituciones que ayuden a canalizar los recursos del país de forma sostenible. Creamos el Feirep, un fondo patrimonial para pasar a las próximas generaciones una parte de la riqueza del petróleo. Unos años más tarde, ese fondo se quedó sin recursos. Noruega también produce petróleo y tiene un fondo patrimonial que hoy suma cerca de 1,3 billones de dólares. Sirven para el futuro, para afrontar la transición demográfica, producto del envejecimiento. En Ecuador recomendamos un fondo similar, pero el sistema político no permitió que continúe.
¿Aún tiene vigencia?
El petróleo servirá durante dos o tres décadas más. Luego, las reservas se agotarán o quedarán como un activo sin uso, porque en todo el mundo se están instalando paneles solares y turbinas de viento, lo cual va a cambiar el mercado de hidrocarburos. Ecuador debiera prepararse para la disminución o la desaparición de este recurso. Pero no veo que se esté hablando de eso seriamente. Nadie está programando ese impacto futuro en el ámbito fiscal.
¿Qué impacto tendría?
El petróleo no debe ponerse como un ingreso en el presupuesto del Estado sino como una fuente de financiamiento, que es distinto, ya que se está vendiendo un activo. Ese cambio aumentará la presión fiscal y es otra razón para pensar sobre el uso del petróleo, el cual no será suficiente para pagar la deuda en el futuro. Y hay que preparar al país para las próximas generaciones.
Cuando habla de planificar pensando en las futuras generaciones, ¿de cuánto tiempo está hablando?
En mi libro hago una proyección hasta el año 2100, por una razón: los niños que nacen hoy en Ecuador tienen una expectativa de vida de 80 años. A través de un modelo estructural de largo plazo construyo una trayectoria fiscal que sea sostenible. Con esa visión de largo plazo podemos ver qué podemos hacer en el presente para que la próxima generación tenga una oportunidad de utilizar la riqueza del petróleo.
¿Y cómo se está planificando hoy en el país?
Al revés, porque los políticos son cortoplacistas, creen que deben ser populares para las próximas elecciones y dejan el problema para después.
¿Qué ocasiona eso?
Que la política económica sea procíclica. Porque cuando los precios del petróleo suben hay dinero para gastar y ser popular. Pero luego, cuando caen, vienen los problemas y el país entra en recesión. Ecuador tiene una larga historia de ‘defaults’ de deuda. Esta política procíclica está conectada con la actuación del sistema político, que no mira a largo plazo.
La sociedad ecuatoriana está hoy más preocupada de sobrevivir a la pandemia. ¿Cómo generar la necesidad de ver más allá?
Los países que planifican a largo plazo aceptan que los ‘shocks’ externos ocurren y, por eso, crean reservas o colchones para afrontarlos. Ecuador está dolarizado y necesita construir esas reservas.
¿Qué hacer en el corto plazo, considerando que es necesario gastar más y no hay recursos?
El FMI, el BM, el Flar o el BID pueden ayudar, porque son prestamistas de última instancia en la actual situación. Pero van a pedir condiciones y el sistema político no las quiere. Conozco a estas instituciones y todas dicen lo mismo: pueden ayudar en el corto plazo, pero hay que planificar a largo plazo para que, cuando la economía se recupere, sea capaz de amortizar esa deuda adicional.