Berlín. La Nación, GDA
Alemania corre peligro de convertirse en un país inestable en los próximos cuatro años si, como estiman los sondeos, la canciller Angela Merkel no alcanza la mayoría necesaria para formar una sólida coalición de gobierno en las decisivas elecciones de hoy.
La tradicional alianza de la democracia cristiana CDU y su socio social cristiano bávaro CSU obtendría sólo el 33% de los votos, según la encuesta divulgada el viernes por el instituto Forsa. El Partido Liberal (LPD), que sería su socio natural en una coalición de centroderecha, obtendría el 14%. Ambas formaciones muestran un repliegue de uno a dos puntos con respecto a las previsiones de la semana pasada.
3,9 millones
de personas se encuentran actualmente en el desempleo en Alemania.Los sondeos pronostican, además, que sus adversarios socialdemócratas (PSD) totalizarían el 25%, un caudal que les permitiría aliarse con los Verdes, que tendrían el 10%, y la Izquierda, el nuevo partido de Oskar Lafontaine, a quien los sondeos atribuyen el 12%.
“Los democristianos están cada vez más nerviosos”, desafió el líder socialdemócrata Frank Walter Steinmeier, que ocupa el Ministerio de Relaciones Exteriores en la Grosse Koalition formada por Ángela Merkel en 2005.
El complejo sistema electoral alemán, en vigor hasta 2011, que combina elección proporcional con voto uninominal directo, permite alcanzar la mayoría en el Bundestag (Cámara Baja del Parlamento), aun sin obtener el 50% de los votos.
Con el 47 o el 48% de los sufragios, cualquiera de las dos alianzas podría reunir la mayoría de las 611 bancas, según estiman los politólogos. Pero el acelerado retroceso de los liberales de Guido Westerwelle durante las últimas semanas podría colocar a Ángela Merkel en una situación de extrema inestabilidad.
Los resultados que pronostican las encuestas permiten imaginar seis escenarios de coaliciones posibles. Pero solo dos fórmulas son consideradas verosímiles: la alianza democristiana-liberal o una renovación de la actual coalición democristiana-socialdemócrata. Aunque Merkel permaneció en Pittsburgh hasta el viernes por la noche, donde asistió a la cumbre del G 20, permaneció en contacto con Berlín siguiendo las alternativas de la campaña y la evolución de los sondeos.
Las fórmulas y porcentajes que arriesgan los expertos y estrategas en las probetas preelectorales parecen dejar insensibles a los electores, que siguen la campaña con indiferencia. Con casi una cuarta parte del electorado indeciso, los resultados pueden arrojar más de una sorpresa. Otra incógnita es la tasa de participación, que en 1983 era del 89,3% y fue descendiendo progresivamente hasta llegar al 77,7% en 2005.
Salvo algunos pocos carteles abrochados en torno de los postes de alumbrados o afiches pegados en sitios autorizados, Alemania no mostraba ningún indicio capaz de insinuar que la primera potencia económica de Europa juega su destino en las urnas.
Con un PBI de USD 2,8 billones en 2008, los alemanes se reparten una renta de USD 33 890 por habitante. Pero la crisis asestó un golpe feroz al país: la recesión hundió un 5% la economía de la primera potencia industrial de Europa, nivel sin precedentes desde 1945. El desempleo afecta ahora a 3,9 millones de personas (el 8,3% de la población activa) y llegará a 4 millones el año próximo.
Los alemanes, al parecer, reconocen que ‘Angie’, como la llaman sus partidarios, “no es responsable de esos resultados, que son tan calamitosos como en el resto de los países de Europa”, reconoce Kurt Lauk, ex parlamentario europeo democristiano.
Se esperaba que la aparente indolencia de los electores desapareciera ayer con el cierre de campaña de los grandes partidos. Luego de haber atravesado el país en tren, como el legendario Konrad Adenauer, en un extenuante periplo que incluyó 59 actos políticos, Merkel cerró su campaña la tarde de ayer con una gran concentración en la Trep Tower Platz, en el corazón de Berlín Este.
A diferencia de Italia o de Francia, los alemanes no llegan a las concentraciones en autobús o en camiones, no colman las plazas, no interrumpen el tránsito, no corean estribillos ni -mucho menos- atruenan con bombos. Se ubican en una enorme platea, improvisada con filas de sillas plegables, escuchan atentamente y aplauden con moderado entusiasmo.
Esa aparente desafección representa un enigma para los encuestadores, a quienes a veces les faltan elementos para medir la temperatura del electorado. Pero es posible que en este momento crítico de su historia, los alemanes voten más con la cabeza que con el corazón.