Benedicto

En esta mañana de Pascua tengo que reivindicar a Benedicto. Las noticias se convierten en campañas y la Iglesia aparece como una gran carpa en la que los pedófilos campean a sus anchas, perversos e innumerables. Pareciera que la Iglesia es eso y nada más. Y Benedicto fuera el más grande de los pecadores. Los mil ejemplos de santidad y de vida entregada a favor de los pobres de este mundo, de pronto, se vuelven invisibles. ¿Será así? Yo no lo creo.La pedofilia no es sinónimo de Iglesia ni de celibato. Es la hija bastarda de una cultura de muerte, de una moral relativista y  hedonista que afirma  que todo vale y que no hay límites morales. Nada más lejos de la moral personalista y solidaria defendida por la Iglesia  a lo largo de su historia. Algunos sacerdotes (y una legión de pedófilos no sacerdotes) han caído en estas redes de muerte. Pero pareciera que, en el caso de la Iglesia, todo entrara en el mismo saco: el pedófilo con sentencia y el supuesto pedófilo. Hoy, ¿quién está libre de sospecha?A cualquier pedófilo hay que sentarlo en el banquillo delante de un juez, pero hacer de la Iglesia Católica el chivo expiatorio de la pedofilia me parece inaceptable.¿Y Benedicto? El Santo Padre lleva años (muchos años) poniendo el dedo en la llaga de la pedofilia y en otras llagas que devoran la moral de una Europa víctima de sus propios excesos. Detrás de esta campaña, ¿qué hay? Los intereses de un laicismo puro y duro que trata de desautorizar a la Iglesia y a un Pontífice lleno de fuerza, un hombre claro con los de dentro y con los de fuera, decidido a no dejarse intimidar por la fuerza del mal. El Papa ha pedido perdón, cesado a algunos de los Obispos afectados, dado normas claras y roto el silencio. Y ha dejado muy claro que no se puede ejercer el ministerio a la sombra de semejante delito. Dicho lo cual, la autoridad del Papa solo queda en entredicho para aquellos que quisieran quitársela, a él y a una Iglesia profética, signo de contradicción en medio de un mundo anestesiado por sus propios intereses. Un Papa es siempre un blanco perfecto para desautorizar a la Iglesia entera, para crear la sospecha generalizada de que no hay que confiar en ella. Quizá es esto lo que busca un laicismo desaforado y hostil.Personalmente, nunca he conocido a un cura pedófilo. Y, seguramente, la mayoría de los que se escandalizan tampoco. Más bien he vivido agradecido por tantos curas buenos, trabajadores de la primera y de la última hora, que dan la vida por su pueblo. Sufro y oro por las víctimas (y también por los verdugos), pero vivo confiado en que, si nos convertimos y nos hacemos más transparentes, Jesús Resucitado nos purificará. En esta mañana de Pascua deseo pronunciar con humildad y gratitud el nombre de ¡Benedicto!

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