Esta vez la sala del Centro Cultural Benjamín Carrión tiene un aire de libertad. Los múltiples cuadros colgados en sus paredes están llenos de expresiones, de visiones, de actitudes ante la vida, ante lo vivido. No hay un sólo protagonista. Es una muestra múltiple que refleja que no siempre la primera impresión es la que cuenta y que cada persona encierra un mundo lleno de sorpresas y cosas buenas a pesar de los errores cometidos.
“Creo que hay
mucha más
corrupción afuera
que allí dentro”.
Eda Muñoz, pintora.La pintora Eda Muñoz trabajó durante tres años con los detenidos del Penal García Moreno. Para ella, esta experiencia es única y desearía, fuera repetible. “Cuando entré, vi que la gente tenía grandes necesidades. Había 2 000 hombres de todas las nacionalidades y decidí quedarme a dar mis clases de análisis de texto y análisis científico de las artes plásticas, con eso empecé. Hice una síntesis, una simbiosis de todo lo que yo había estudiado. Sin embargo, el concepto es mucho más completo en mi caso porque veo desde diferentes ángulos para llegar a pintar”. La artista complementaba sus explicaciones con libros, danza, música seleccionada, entre otras herramientas.
Al recordar cada día que pasó allí confiesa que ha sido una tarea difícil por la falta de presupuesto y hasta de apoyo. ”Manifesté que me gustaría diversificar las artes allí dentro porque los hombres son muy inteligentes, sensibles y respetuosos. Presenté algunos proyectos pero lamentablemente no ha habido receptividad aún. Días posteriores a la exposición invité a todos aquellos relacionados con el Centro de
Tenga en cuenta
La inauguración de esta muestra se realizó en la Casa de la Cultura. Posteriormente se pasó al Centro Cultural Benjamín Carrión.
Quienes colaboraron con Eda Muñoz fueron el Conservatorio Nacional de Música, el Centro Cultural Mama Cuchara, entre otros.
Propuesta Como parte fundamental de sus proyectos, la artista buscaba la diversificación de las artes en la cárcel, a través de la danza, e l teatro, la música y más.Rehabilitación, como lo denominan, pero nadie fue. Confirmé lo que yo había presentido hace mucho tiempo: el problema es que descuidan a estas personas. No es que son malignos o peligrosísimos. Se resienten con la vida por muy lúcidos. Son perspicaces políticamente, humanamente, pero se desvían porque hay una presión social que los deforman. Lo que debo decir es que si algo me encanta de ellos es que son muy perceptivos y tienen una rapidez increíble para captar las cosas. Un sentido que afuera no tiene la gente”. A pesar de algunos obstáculos, Eda se siente muy satisfecha por los resultados que obtuvo. Sin embargo, aclara que falta mucho camino por recorrer, que apenas dejó sembrada la ‘espinita de la inquietud’ que los llevó a sacar a flote lo que tenían guardado por mucho tiempo. Cuando le preguntan si considera la pintura como una terapia ella responde: “Personalmente, creo que pintar no es una terapia, si uno no está sano por dentro. Es una masturbación mental. Uno puede exteriormente mover la mano hacer trazos con colores, pero nada más. Mi propuesta fue clara. Yo les dije, ustedes van a escuchar música, vamos a leer y van a comprender que lo que estamos buscando es un nuevo hombre. Yo tengo un cuadro cuyo título es Retornará liberado. Lo hice en 1993. Partiendo de esa necesidad que he tenido yo desde siempre, los desafié a encontrar ese nuevo ser, que sea transparente en sus actos, que tenga un aseo, una higiene respecto de la humanidad. Así empezaron a despertarse”.
Cada una de las obras tiene un sello particular. Algunas son producto del casualismo, otras representan lugares o cosas significativas, en otras tantas, el resentimiento, el dolor, la ira, la incomprensión y la rebeldía cuestionan a una sociedad en la que predomina el rechazo. Así como
Joaquín Sabina sugiere que el más triste de los presos tenga derecho a sábanas de seda, ellos exigen a través del resultado de su dedicación más oportunidades para mostrar sus múltiples destrezas.
Mientras Eda Muñoz observa cada una de las pinturas, recuerda parte de las historias y situaciones de hombres como Franklin Rodríguez,
Gabriel Padilla, Héctor Clavijo, Jorge Sánchez y Dilvar Sánchez, a quien lo caracteriza como su discípulo y de quien tiene la certeza que llegará a ser muy grande. Entre las satisfacciones que encuentra la artista, después de los tres años, es sentirse más humana, además de haber obtenido el cariño de todos quienes trabajaron con ella. “Me decían madrina, mamita. De vez en cuando compartía cosas con ellos. Esas son vivencias que no muchas personas son capaces de tenerlas. Lo que busqué es hacerlos sentir importantes. Llevar actos de gran nivel para que ellos se deleiten”. La exposición buscó mostrar el producto de un ardua tarea, cuyo objetivo fue llevar el arte a lugares impensables donde se esconden grandes potenciales.