Los familiares de las víctimas, que fallecieron en el incendio de lo que fue un edificio textil, aún lloran a sus seres queridos. Foto: AFP
Bangladesh recordó hoy, 24 de abril, con diversos actos el derrumbe hace dos años del edificio Rana Plaza, una tragedia en la industria textil que causó más de 1 130 muertos y cientos de heridos, así como 2 500 supervivientes que aún exigen justicia, el pago completo de indemnizaciones y rehacer su vida.
La principal concentración tuvo lugar en Savar, localidad aledaña a Dacca en la que se produjo el siniestro y en la que hoy representantes de sindicatos, organizaciones laborales y supervivientes depositaron flores, rezaron y gritaron consignas.
“Pedimos que se paguen las compensaciones prometidas y que se piense en el tratamiento continuo de aquellos (discapacitados y afectados) que requieren atención”, dijo a Efe A. Mukit Jan, presidente del Comité Nacional de Coordinación para la Educación de los Trabajadores (NCCWE).
Dos años después del siniestro y pese a las aportaciones realizadas en los últimos días, el fondo de compensación a las víctimas aún debe recibir seis millones de dólares de los 30 estimados como necesarios.
Según Jan, más de un millar de personas, incluidos cientos de supervivientes, se acercaron al solar donde antes estaba ubicado el edificio con talleres textiles que producían para una treintena de firmas extranjeras y en el que ahora apenas quedan algunos escombros y un monumento de recuerdo.
Los asistentes pidieron que se castigue a los responsables del siniestro, incluido el propietario del edificio, Sohel Rana, que se encuentra actualmente en prisión junto a cerca de una decena de personas a la espera de que concluya en mayo una investigación policial clave para el juicio.
Pero más allá de dinero y justicia, la reinserción de las víctimas en la sociedad ha sido uno de los aspectos más destacados en muchos de los actos que desde principios de semana se han celebrado en Dacca en torno a la efeméride.
Según un estudio publicado por la ONG Action Aid, tres cuartas partes de los supervivientes no han vuelto a trabajar, en gran medida debido a que muchos todavía están sometiéndose a procesos de rehabilitación física y mental.
La incapacidad de regresar a sus empleos anteriores y el trauma de la experiencia empuja a muchos de los afectados a intentar abrirse nuevos caminos laborales con el apoyo de organizaciones de ayuda o a regresar a sus hogares en zonas rurales del país, de donde proceden la mayoría.
Sonia, que salvó su vida tras saltar por una ventana a un edificio contiguo cuando se produjo el derrumbe, regenta en la actualidad un comercio junto a su marido en la localidad meridional de Barisal.
“Hacíamos vaqueros. Solo habíamos trabajado en Savar 24 días. Fuimos al Rana Plaza escapando de la pobreza”, recordó en conversación con Efe la veinteañera superviviente.
“No nos planteamos volver a trabajar en el textil. Mi marido no puede hablar ni caminar mucho. Y yo me encuentro limitada por una herida que sufrí en la cabeza. Intentaremos continuar nuestra vida con la tienda”, explicó Sonia resignada.
Otros tuvieron mejor suerte y pudieron salvarse sin sufrir apenas rasguños como el joven Mustafa Zaman, que trabajó en el textil para costearse la carrera universitaria después de que sus padres lo echaran de casa por casarse mientras estaba estudiando.
“Era mi primer mes de trabajo. Estaba feliz y muy agradecido a Alá. Hacía pantalones. Todo cayó en un segundo, yo estaba en la séptima planta. Encontré un agujero en el techo y por ahí escapé”, relató a Efe.
“Todavía sigo intentando acabar la carrera, aunque ahora trabajo como comercial para una compañía. Quiero acabar los estudios y conseguir un buen trabajo pues tengo un niño de tres años”, agregó.
Estas dos personas, así como otras consultadas, aseguraron tener aún cobros pendientes de sus indemnizaciones. Y si la vida de los supervivientes no es sencilla, más complicada es la de aquellos familiares de más de un centenar de fallecidos cuyos cadáveres no han sido aun identificados por las autoridades.
Con unos USD 24 500 millones de ventas en el curso fiscal 2013-14 (el 81 % del total de exportaciones), la industria textil es uno de los principales motores económicos de Bangladesh y ofrece empleo a unos 4,4 millones de trabajadores, sobre todo mujeres, en un país con 160 millones de habitantes.