Celina (derecha) vende choclos en Ambato. Suele pedir dinero a sus familiares. Foto: Fabián Maisanche / EL COMERCIO
Para los habitantes de la comunidad Napura, en el cantón Yacuambi (Zamora Chinchipe), el banco más cercano está a cinco horas o más, dependiendo del medio de transporte, cuenta Berta, de 65 años.
Esta mujer, de la nacionalidad shuar, nunca ha tenido cuentas en bancos o cooperativas. En su comuna varias personas recibieron un crédito para dedicarse a la ganadería, pero no les fue bien y eso le generó decepción.
“El banco dio crédito, pero luego cobró tanto que todos terminaron vendiendo las mismas vacas para pagar todo y quedaron peor”.
De acuerdo con los datos de la Superintendencia de Bancos, el 85% de los puntos de atención del sistema financiero se reparte en cinco provincias: Pichincha, Guayas, Azuay, Manabí y El Oro.
La Amazonía es la región donde se registran menos puntos y, por ende, menos transacciones bancarias.
Cuando se analiza la inclusión financiera, se toma en cuenta el número de personas que utilizan algún producto bancario, principalmente la cuenta de ahorros.
En Ecuador, hasta el 2018, según datos del Banco Central del Ecuador (BCE), el 60% de la población tenía acceso a un servicio, ya sea cuenta de ahorro, cuenta corriente, crédito, entre otros. Esto significa que 4 de cada 10 ecuatorianos no están bancarizados.
Mientras tanto, en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), bloque al que el Gobierno de Ecuador busca integrarse, el 94,7% de la población tiene una cuenta en el sistema financiero.
El BCE destaca que el número de personas bancarizadas creció, pues en el 2015, el porcentaje de clientes con un producto financiero era de 55,9%.
Entre la población bancarizada, el servicio más usado es la cuenta de ahorros. El BCE destaca que los depósitos a plazo han registrado el mayor crecimiento entre todos los productos financieros en los últimos cuatro años.
“Esto indica que cada vez hay mayor preocupación por un ahorro programado del futuro”, señala la entidad.
Pero la inclusión financiera va más allá del acceso a un servicio, expresa Ruth Arregui, superintendenta de Bancos.
Ella considera que lo más importante es que las personas usen los servicios financieros con regularidad “y que lo hagan bien”. Para ello se requiere mejorar la educación financiera. “Se trabaja rn la inclusión financiera para ayudar a las personas a salir de la pobreza y es importante identificar quiénes son los excluidos”.
La Ley exige a los bancos que implementen programas de educación financiera y, aunque hay importantes esfuerzos, Arregui señala que se deberían realizar más campañas enfocadas en las personas que están por fuera, es decir, que no son clientes del banco.
Para la población que no accede a servicios de entes formales como bancos y cooperativas, las prácticas de pedir préstamos a familiares o amigos son normales.
Celina León, madre de siete hijos, vende choclos cocinados con queso en Ambato. El dinero de las ventas lo guarda en una pequeña cartera de cuero y al llegar a su casa lo coloca en un pequeño cajón de madera, al que llama su caja fuerte.
“Nunca abrí cuentas porque cuando necesitaba plata pedía prestado a mis familiares o vecinos y me lo daban. Ellos sabían que les pagaría”, cuenta la comerciante.
Lo que preocupa es que este segmento de la población está expuesto a prácticas peligrosas, como el chulco, dice Ángelo Caputi, presidente ejecutivo del Banco Guayaquil.
En esta entidad, la estrategia de inclusión financiera tiene tres pilares: el microcrédito, un servicio de buses que recorren territorio ofreciendo educación financiera y el Banco del Barrio, que oficialmente lleva el nombre de corresponsales no bancarios (CNB).
Según la Superintendencia de Bancos, los CNB han sido un mecanismo importante para ampliar la cobertura del sistema financiero en el país durante la última década. Las transacciones en los CNB crecieron 30% en el último año.
Actualmente, hay dos iniciativas que están enfocadas en que los indicadores mejoren. La primera es una estrategia nacional de inclusión financiera del BCE y el Banco Mundial que se trabaja desde el 2019.
La Superintendencia de Bancos, en tanto, está diseñando un programa de fondos concursables para que los bancos postulen planes de inclusión financiera orientados a los segmentos en donde hay menos bancarización.