A Bahía tampoco llegan los turistas en busca de un lugar apacible y de descanso. Foto: Vicente Costales/EL COMERCIO
Sus hijos dicen que Bahía de Caráquez vive una soledad tremenda; que da pena verla tan callada por las noches.
Parece que el terremoto se ha llevado a todo el mundo. Pocos vecinos de la Ciudadela Norte -la principal de Bahía- caminan o se movilizan en los populares triciclos por sus calles maltrechas que se abrieron con el sismo del 16 de abril del 2016; o que están cerradas por los escombros. Cada cierto tiempo circulan vehículos particulares, taxis y las volquetas que llevan las ruinas.
La ciudad manabita del cantón Sucre experimenta un éxodo progresivo después del sismo. Se han ido sus habitantes y sus instituciones. Tampoco llegan los turistas a este destino apacible y de descanso, muy característico de Bahía.
Casi todos los que salieron se han mudado a la parroquia urbana vecina, Leonidas Plaza, que en poco tiempo puede ser la nueva Bahía de Caráquez. Quienes ya viven ahí desde hace casi un año se atreven a afirmar que es el nuevo corazón comercial de Bahía.
Otros vecinos migraron a Quito, Guayaquil, Portoviejo, Santo Domingo de los Tsáchilas y otras ciudades, lejos de la amenaza de otro terremoto.
El nuevo hospital del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (casi listo para funcionar), la Fiscalía y la Casa Judicial (los juzgados) ya están en Leonidas Plaza.
El Paseo Shopping, por el puente Los Caras, ha logrado frenar el éxodo de entidades públicas y privadas. Por ejemplo, ahí permanecen la CNT y los bancos Pichincha (que estaba en el centro) y Guayaquil.
En los exteriores se adecuó el Centro de Atención Ciudadana, donde dan servicio varias entidades. Al otro lado atiende el hospital general en contenedores y construcciones de emergencia.
Las farmacias, los locales de venta de accesorios y teléfonos celulares, restaurantes, la Universidad Técnica Particular de Loja, los negocios de uniformes escolares, de ropa deportiva y de bebé y otros comercios dejaron Bahía con la intención de no regresar pronto. En esta parroquia se situaron ocho farmacias mientras en Bahía apenas quedan dos.
La calle César Ruperti bulle en pleno centro de Leonidas Plaza. Se volvió ruidosa y comercial, aunque ya sufre del mal de los pueblos en crecimiento: las ventas en las veredas y el tránsito caótico.
Leonidas Plaza está a 10 minutos en vehículo propio y a 20 minutos en bus, desde Bahía. El pasaje cuesta USD 0,30 y los buses siempre están yendo y viniendo.
Leonardo Farfán, un betunero de 63 años, es uno de los nuevos habitantes de esta tierra que no registró daños por el terremoto. Se mudó con su familia y su caja de lustrabotas.
Desde hace un año se ubica en una esquina de la César Ruperti y bolea el calzado de sus nuevos clientes, porque en Bahía los perdió a todos cuando se desplomó el hotel donde se apostaba. Con él llegó su amigo Rafael Valencia, quien vende naranjas, guineo, cocos y otras frutas en un triciclo.
Hay más historias parecidas. Fabricio Lara dejó 15 años de trabajo en Bahía porque no vendía nada. A las 16:00 ya no había nadie.
“Acá, la vía es muy transitada, hay actividad comercial hasta las 11 de la noche. La César Ruperti es el nuevo casco comercial de Bahía”. Es una calle amplia, de 8 kilómetros, que ha perdido el asfalto. Será de hormigón y está en proceso de construcción por USD 21 millones, cuenta el alcalde de Sucre, Manuel Gilces.
‘Los paraguayos’, como les conocen a cuatro hermanos bahienses, compraron cuatro contenedores y alquilaron un terreno en USD 400 mensuales, donde se asentaron. Carlos Cedeño siguió con las ventas de uniformes, y sus hermanos ‘paraguayos’ con ropa para bebé, servicio de impresoras y los accesorios de teléfonos.
No les va mal, pero el arriendo es caro. Desde la migración, los alquileres de locales subieron de USD 50 a 200. Quisieran regresar a Bahía, pero allá nadie les compra. Viviana Cevallos, esposa de uno de los paraguayos, es pesimista. “Bahía se va a morir si sigue así”.
La oficina de atención de la universidad a distancia se mudó a un espacio donde entran un escritorio y cuatro sillas.
Por la César Ruperti llegan los nuevos habitantes. Hace dos semanas se mudaron más de 60 familias damnificadas para vivir en el reasentamiento Cristo del Consuelo, donde se han construido y entregado 35 bloques, cada uno de cuatro departamentos. Se construyen 16 bloques más en una segunda etapa, dice Leonardo Jiménez, residente de obra.
Leonidas Plaza tiene más habitantes, pues también se levantó la urbanización Acuarela II para 168 familias que perdieron su casa.
La mudanza de Bahía de Caráquez parece irreversible.
El alcalde Gilces proyecta a Leonidas Plaza como la nueva zona de desarrollo de la urbe bahiense. “Cuando empezamos a buscar las áreas que están dentro de Bahía para dinamizar la economía nos encontramos con que no estaban contempladas dentro del casco urbano. Por eso se escogió a Leonidas Plaza, un pueblo que no está desarrollado al cien por ciento; hay áreas para albergar y planificar la ciudad”.
El territorio de Leonidas Plaza es tres veces más grande que Bahía; tanto es así que allí está el 70% de los 30 000 habitantes de Bahía, asegura Gilces.
Bahía no es la gran ciudad para las reubicaciones, explica el Alcalde. “Se levantó sin planificación y no me puedo permitir levantar la ciudad para cometer los mismos errores y volver a construir en zonas de riesgo, no lo vamos a hacer”.
Para Bahía existen otros planes. Convertirla en un corredor ecológico turístico, donde los empresarios privados sigan disfrutando de la tranquilidad y los turistas se diviertan en una zona rosa.
Por ahora, las calles de Bahía se van quedando vacías en la tarde y noche; así es casi todos los días. Los vendedores del mercado destruido, que se alojaron en la calle Morales, se alzan a las 14:00, porque ya no hay ventas y porque en esta época el sol es inclemente con ellos y sus productos.
Unas cuadras más adelante, las calles Arenas y Simón Bolívar están desoladas. Solo falta que el viento levante una bola de paja, al estilo de las películas del ‘western’ americano.