Redacción Guayaquil
Los gritos de los vendedores se confundían ayer con los incesantes pitos de los vehículos que circulaban por las calles aledañas al sector de la Bahía, en el centro de Guayaquil. Pantalones, blusas, camisas, zapatos… se colocaron sobre cartones y sacos en las aceras.
“Venga, lleve dos por cinco”, voceaba Juan Escobar. A su lado, otra vendedora llamaba la atención de los clientes que cruzaban la calle. En las bocacalles, decenas de compradores pugnaban por cruzar el paso cebra.
Los vigilantes de Tránsito trataban de controlar la circulación vehicular y peatonal. Aun así, se armó un caos en las calles Chimborazo, Chile, Olmedo y Colón.
En los sectores de la Huayna Capac y Villamil, los corredores estaban abarrotados. Apenas había dos hileras para recorrer los puestos. “Es difícil dar un paso aquí”, comentaban algunas mujeres mientras agarraban sus paquetes y avanzaban a empujones entre los locales ubicados en esta calle.
Carretas con comida se colocaron en las esquinas. Frutas, hornado, agua de coco y huevos de codorniz eran parte del menú de los ambulantes.
En la calle Chile, se restringió el paso por uno de los carriles, pues los vendedores colocaron su mercadería sobre el asfalto. Los guardias metropolitanos permitieron que solamente se utilizaran las aceras del sector. Solo el carril de la Metrovía estaba habilitado, para no alterar su paso.
De igual forma, en los centros comerciales y ‘malls’, ubicados principalmente en el norte de la ciudad, la afluencia de personas fue masiva. Por ejemplo, en San Marino y en el Policentro, en la intersección de las avenidas Orellana y Plaza Dañín.
Los vigilantes de la Comisión de Tránsito del Guayas asignaron personal adicional a este lugar, para facilitar el tránsito de conductores y peatones. De igual forma, policías nacionales caminaban por el interior y exterior de estos centros comerciales.
En el interior del ‘mall’, los pasillos estaban llenos de personas. Había que esperar de 10 a 20 segundos para poder utilizar las escaleras eléctricas.
Pero esta fiebre de compras navideñas no fue una buena noticia para todos los vendedores. De hecho, los apagones que se realizan en la mañana y en la tarde afectaron a las ventas, especialmente para los pequeños vendedores que no pueden adquirir un generador eléctrico.
Los foquitos navideños titilan al compás del villancico Los peces en el río, en las perchas del almacén Uni Fiesta, ubicado en el sector de la Bahía. En el sitio, decenas de paquetes de iluminación navideña, casi la mitad de la mercadería, seguían en las estanterías.
Cientos de compradores de última hora estuvieron ayer, entrada la tarde, en el sector de la Villamil. Los comerciantes competían por ‘enganchar’ a sus clientes, que se daban modos para transitar por los estrechos pasillos.
En los puestos de aparatos eléctricos, las ventas, pese a que se han incrementado en estos últimos días, no fueron suficientes para alcanzar el porcentaje registrado durante el año anterior.
Esta situación mucho tiene que ver con los racionamientos de energía eléctrica. “El cliente siempre quiere probar el juego antes de comprarlo”, afirma Cecilia Quimí, dueña de un puesto de artículos electrónicos y de videojuegos. Sin usar calculadora, saca cuentas en su cabeza y dice que antes las ventas llegaban a los USD 500 por día y que en este año con suerte vende USD 250.
Rosa González asegura que los adornos navideños de luces se han vendido un 40% menos que el año anterior “En estos días ya no tendría nada en las perchas, me queda la mitad en bodega”.
A pocos pasos de ahí, por el sector de la Huayna Capac, Antonio Martínez repara una consola de videojuegos como lo hace todas las mañanas hace 10 años. Ya son 25 años desde que entró como comerciante en el populoso sector. Para él, el transitar de cientos de compradores que buscan precios cómodos no es nada nuevo.
Lo que sí es novedad es que este año repara entre tres o cinco juegos electrónicos, a diferencia de antes cuando arreglaba de 10 a 15, por los apagones.