Bahíeños armaron albergues con los destrozos del terremoto

Damnificados hicieron un albergue en las calles de Bahía de Caráquez. Se quejan de la falta de recipientes para agua y de la falta de mantenimiento de la letrinas. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO

Damnificados hicieron un albergue en las calles de Bahía de Caráquez. Se quejan de la falta de recipientes para agua y de la falta de mantenimiento de la letrinas. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO

Damnificados hicieron un albergue en las calles de Bahía de Caráquez. Se quejan de la falta de recipientes para agua y de la falta de mantenimiento de la letrinas. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO

Carpas, toldos, colchones, plásticos, camas, cocinas, olla, ropa tendida en cordeles... copan el terreno donde antes había un parque con columpios, cancha de vóley y baloncesto. El lugar está ubicado en el barrio San Roque, al sur de Bahía de Caráquez.

Hasta allá llegaron los moradores del barrio La Tolita, el día que la tierra se movió (el 16 de abril). Las viviendas de La Tolita (que se levantaba sobre una loma de tierra) se derrumbaron. Había casas de madera y caña guadúa, de bloque y de ladrillo. La mayoría se vino al piso.

"La tierra se movía feísimo. Empezamos a salir corriendo", relata Yesenia Pallaroso, de 35 años. Ella -junto a su esposo y dos hijos- abandonó el lugar en busca del parque. Lo mismo hicieron la mayoría de vecinos, alarmados por el movimiento telúrico. Apenas se podían ver por la falta de luz. Muchos pasaron en vela hasta el día siguiente. Luego de tres días llegaron los militares con ayuda y, en una semana, un generador de energía de una empresa privada que alumbró las noches de los afectados.

Durante esos días, los bahíeños de esta zona subieron a la Tolita. Bajaron sus artefactos, sus colchones y las maderas que cayeron por el terremoto. Con estas armaron carpas y toldos para pernoctar mientras se resuelve el futuro de sus viviendas. "Nos quedamos sin nada, pero nos organizamos para venir al parque y ya estamos activos nuevamente. Muchos volvimos a trabajar", cuenta Sandino Quinteros, de 37 años. Él vende artefactos en el malecón de Bahía.

Yesenia y Sandino se organizaron con otras personas para evitar peleas en el lugar por la asignación de puestos para que las personas coloquen sus carpas y colchones. Al lugar también llegaron militares y policías, quienes se turnan para vigilar la zona y evitar conflictos. Uno de ellos comenta que no han existido riñas. Aunque el primer día fue diferente. "Hubo bala y quisieron robar las cosas, pero ahora estamos tranquilos en ese aspecto", detalla Yesenia.

Ella acompañó a los militares en un recorrido por el lugar para realizar un censo. Existen 210 personas de 63 familias apostadas en el lugar. Durante estos días han recibido carpas, agua y comida. Pero ahora su preocupación es el futuro de las viviendas. Aun desconocen si tendrán que trasladarse a otro lugar. "Lo que es seguro es que a La Tolita no volveremos. Allá nos dijeron que ya no se puede ir", dice Sandino.

Los bahíeños cuentan solo con el baño del parque que no se destruyó. Es otro de los temas que les preocupa. Por eso, algunos realizan sus necesidades en los baños de las viviendas que se destuyeron.

Rosa Anchundia, de 74 años, vive sola en una vivienda de madera, ubicada en un terreno donde antes había una casa de tres pisos. Los moradores del lugar construyeron la improvisada edificación.
Cerca del lugar, está el barrio Pedro Fermín Cevallos. A lo largo de la calle principal hay otro albergue improvisado, construido por la propia gente de la localidad. Una empresa privada llevó cuatro letrinas, pero la mayoría no quiere entrar porque "hay mal olor y no limpian rápido". Lo dice Teresa Bustamente, quien vive bajo una carpa durante estos días. Hace falta fumigación en el sector, afirma.

Bahía es una de las localidades de la provincia de Manabí, una de las más afectadas por el terremoto. Según el informe de la Secretaría de Gestión de Riesgo, del 11de mayo, hubo más daños en el alcantarillado de Manabí. Por ello, se provee de agua a los damnificados.

Al barrio Pedro Fermín Cevallos cada tres días llegan militares para proveer de aguas. A veces, el líquido se acaba los dos días. "Pero es porque no todos tienen suficientes tanques", asegura Cecilia Sandra López, una más de los moradores de este sector.

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