En el Ecuador, por cada 100 habitantes existen 2,35 personas con una deficiencia. Así lo indican los resultados recogidos en ocho provincias por la Misión Solidaria Manuela Espejo, de la Vicepresidencia de la República, que actualiza el registro de ecuatorianos con una deficiencia física (motora, auditiva, etc.), mental e intelectual.
Especialistas en salud general, genética, psicología y en socioeconomía visitaron 378 311 hogares de Cotopaxi, Carchi, Esmeraldas, Sucumbíos, Imbabura, Napo, Manabí y Los Ríos. 77 200 personas con discapacidad fueron identificadas. La atención a esta población comenzó con la entrega de ayudas técnicas.
Pero, además de los programas gubernamentales hay familias que han impulsado a sus parientes con discapacidad.
‘Nuestra imagen no es la de un desvalido’
Gladys Segovia. Maestra no vidente
A los 12 años desperté en la cama del Hospital Militar de Quito. No sabía qué pasaba, vivíamos en Shell, en la Amazonia. Mi papá manejaba una Blazer y el tren de aterrizaje de un avión impactó en el auto. Mi padre y mis tres hermanos fallecieron, sobrevivimos mi madre embarazada, y yo. Mi vida dio un giro… Mi madre me matriculó en el Colegio Espejo, cuando perdimos la esperanza de que vuelva a ver. Fui una alumna más. Nunca me sentí ciega, tuve una tutora no vidente que me enseñó a escribir en braille y a manejar el ábaco… Quise estudiar Psicología en la universidad y no me aceptaron por la discapacidad. Empecé a sentir la discriminación… Ahora las cosas han cambiado, la imagen del ciego no es la de un mendigo… Tener un vicepresidente (Lenín Moreno), en silla de ruedas ayuda. La gente sabe que podemos hacer todo.
‘Con audífonos me desenvuelvo fácil’
Alba Teresa Yépez. Universitaria, con sordera
Hace dos años se dañaron mis audífonos en medio de una clase de cerámica, en la Facultad de Artes de la Universidad Central de Quito. Sin ellos no escucho nada. Le pedí a la profesora que hablara más despacio y frente a mí, para entenderla.
Ella se aterró, no sabía cómo yo podría captar lo que decía sin ellos. Lo primero que me enseñó la terapista de lenguaje, antes de poder hablar, fue a leer los labios. A los 3 años tuve los primeros audífonos, eran análogos, los que tengo hoy son digitales. Están conectados a un TEK que está sincronizado con el celular, así escucho las llamadas. La discapacidad auditiva es parte de mi vida, he podido manejarla. Nací de seis meses, con sordera. Cuando tenía 1 año la detectaron y gracias a la preocupación de mi madre por ubicarme en terapias logré hablar.
‘La limitación está en la mente’
David Paredes. 14 años / artrogriposis múltiple
¿Qué no puedo hacer? Solo caminar. Nunca me he preguntado por qué soy así. Me veo como un chico normal. Mi mamá Verónica y yo decimos: la limitación está en la mente, te la impones. Cuando llego a un lugar, al colegio por primera vez, me miran, luego me preguntan la historia y les digo que mi madre no me esperaba. Estaba ligada y se embarazó. Luego al nacer no fue un parto normal sino cesárea y los doctores me sacaron mal y caput. Ahora estudio en décimo de básica en el colegio Alfonso Laso y quiero ser periodista. Soy buen alumno, me gustan sociales y matemática.
En la clase, Jaime, quien me acompaña en el transporte escolar y en la escuela, escribe por mí, y yo pongo atención. Quisiera conseguir una beca estudiantil, a veces estamos chiros, sin dinero. Mi mamá me baña, me viste, me da de comer y me empuja.