Luanda, la capital de Angola, está clasificada como una de las urbes más caras del mundo. Fotos: internet; ludovic marin / afp
Las regiones del mundo están asociadas a fotografías. Son imágenes mentales que aparecen cuando se escucha el nombre de un lugar. Si se habla de Europa se piensa en ciudades turísticas y con mucha historia, cuando imaginamos el Caribe aparecen playas exóticas, si es el Sudeste Asiático pensamos en grandes urbes superpobladas.
¿Qué escenario imaginamos al pensar en África? Es un retrato que transmite la sensación de pobreza extrema y subdesarrollo, con niños famélicos que viven en aldeas perdidas sin agua, luz o gas; con guerrillas sanguinarias, sequías, dictaduras, golpes de Estado y corrupción.
Estas son algunas de las palabras más escuchadas para describir la cuna de las civilizaciones, el África subsahariana. Estas imágenes mentales no son equivocadas.
Sin embargo, de unas décadas acá esa visión del continente africano está cambiando radicalmente. Aunque la mayoría de los análisis y aplausos se han enfocado en los famosos BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, este último país ingresó en 2011), uno de los éxitos económicos más importantes de estos últimos años tiene lugar en África subsahariana, compuesta por 49 países situados al sur del desierto del Sahara.
Si en el período 1980-2000 el crecimiento del PIB de África alcanzó el 2,4%, en la década 2000-2010 subió al 5,7%. Esto quiere decir que en los últimos años África ha estado creciendo a un ritmo superior al de Latinoamérica (3,3%) y al de Europa (2,5%), aunque no ha podido igualar a los países emergentes del Este de Asia (7,9%).
África ha sido una de las regiones que mejor y más rápido se ha recuperado de la recesión económica global del período 2008-2013. Este crecimiento sostenido en torno al 5,7% anual durante la pasada década ha permitido que, hoy en día, África esté camino de alcanzar un producto interior bruto de USD 2,6 billones antes de 2020, a pesar de la contracción económica global.
Las conclusiones del informe ‘World Economic Outlook’ (FMI) aseguran que seis de los 10 países de más rápido crecimiento en el mundo se encontraban en el África subsahariana: Angola, Nigeria, Etiopía, Chad, Mozambique y Ruanda. En ocho de los últimos 10 años, el África subsahariana ha crecido más rápido que Asia, según The Economist. Países históricamente apartados del crecimiento y del progreso, como Indonesia, Tailandia, México o Nigeria acompañarán en un futuro cercano a los BRICS en el liderazgo del crecimiento económico mundial.
La previsión para los próximos años es que prácticamente todos los países africanos crezcan económicamente a ritmos muy superiores a los de Occidente. Otro indicador es que la pobreza extrema también ha descendido en África, al igual que a nivel global. Que la calidad de vida ha aumentado a la par que el crecimiento económico se observa también en el fuerte ascenso de la clase media. Un informe del Banco Africano de Desarrollo señala que cerca de 150 millones de jóvenes africanos se han incorporado a las filas de la clase media desde 1990, y después del 2015 se sumaron otros 40 millones.
La clase media africana supone actualmente el 34% de la población total. África ya tiene más consumidores de clase media que India, que tiene una población mayor. Goldman Sachs publicó recientemente un informe llamado el ‘Turno de África’, en el cual destaca los puntos a favor del continente.
Ante estas buenas cifras, las empresas e inversores, sobre todo de China y Europa, se ven atraídos hacia África para explotar el potencial de la región: transporte, telecomunicaciones, manufactura, minería… Los medios de comunicación estadounidenses han fallado para darse cuenta de estas tendencias y en su agenda noticiosa mantienen sus narrativas tradicionales de larga data como la violencia y el sufrimiento de los africanos. Sin embargo, muchas empresas de EE.UU. vinculadas con el comercio y la tecnología se muestran cada vez más atentas al crecimiento de África y ya están invirtiendo.
Una de las claves del crecimiento económico de África es la estructura de su población: son muchos y muy jóvenes. En la última década la población del continente ha aumentado en 200 millones de personas y actualmente ya supera los 1 000 millones.
¿Qué otros factores inciden en el ascenso de África? En parte, el auge de los productos básicos. Los precios altísimos del cobre han elevado a Zambia, rica en cobre. Los precios récord del cacao generan USD 2 000 millones anuales a Ghana. Los agricultores kenianos, en su mayoría pequeños, son responsables de USD 1 000 millones en exportaciones anuales de frutas, verduras y flores. Y, por supuesto, la alta demanda de petróleo y gas ha ayudado enormemente a varios países. La tecnología también juega un papel importante en el nuevo boom africano.
El 2018 también fue un año de contrastes en África. Por un lado, volvió a ponerse de manifiesto que la pobreza, la desigualdad, los conflictos y la mala gobernanza siguen siendo obstáculos muy vigentes que no desaparecerán en los próximos 12 meses.
Pero, por otro lado, para alimentar la compleja paradoja africana, mezcla de resignación y esperanza, admiración y optimismo, África se ha presentado una vez más como un continente donde todo es posible.
Fue posible que Etiopía y Eritrea se reconciliaran tras dos décadas de conflicto. También que en el primer país una defensora de la igualdad de género, Sahle-Work Zewde, llegara a ser, democráticamente, la única presidenta en África.
Posible fue que, en un país sumido en el conflicto y la pobreza, el doctor congoleño Denis Mukwege ganase el premio Nobel de la Paz por su lucha contra la violencia sexual. Como también lo fue que 44 países firmaran un tratado de libre comercio en aras de dotar de mayor integración al continente, acompañado de un nada desdeñable protocolo para la libre circulación de personas.