¿Quiénes son los últimos tres artesanos del arpa y la guitarra en Tungurahua?

El artesano Víctor Sisa, constructor y entonador de arpas en Ecuador.

El artesano Víctor Sisa, constructor y entonador de arpas en Ecuador.

El artesano Víctor Sisa, constructor y entonador de arpas en Ecuador. Foto: Archivo / EL COMERCIO

En los cantones de Píllaro y Tisaleo, en Tungurahua, tres artesanos mantienen vigente el arte de la elaboración de las arpas y las guitarras. Ellos se resisten a dejar esa actividad que heredaron de sus padres o que aprendieron como un oficio en su niñez. Con la madera de capulí, ébano, pino y otras fabrican finos instrumentos musicales.

Su historia se guarda en el taller de Víctor Siza, de 58 años, en su natal San Vicente localizado, en la vía que conduce a la parroquia San Miguelito, de Píllaro, considerada la cuna de los artesanos que construyen guitarras y arpas. En el lugar el olor a madera aromatiza el ambiente.

Es uno de los músicos y artesanos más reconocidos de este poblado de Tungurahua. Él domina cada una de las 32 cuerdas para entonar el tradicional ‘Píllaro viejo’. También en su repertorio guarda más de 200 canciones entre Sanjuanitos, Pasillos, albazos y santashpas. Es integrante del grupo musical ‘Nativos Pillareños’ y tiene varios discos grabados.

Recuerda que Justo León, un artesano ambateño, lo instruyó en la confección del arpa y Héctor Colcha, un maestro quiteño lo introdujo en la música cuando cumplió los 17 años.

Siza trabaja con maderas antiguas que selecciona, como el capulí de más de 60 años. Compra la materia prima y realiza un secado natural para obtener una mejor calidad. El artesano con ayuda de un formón, un cepillo, una escuadra y otras herramientas elabora los instrumentos.

Se protege con una mascarilla para evitar contraer el covid-19. Con habilidad une cada una de las partes con cola de carpintero. Dice que el arpa está compuesta por la caja acústica, las tapas laterales, trastapa, el brazo y el mástil.

Su legado casi no tiene herederos. Ninguno de sus cuatro hijos aprendió esta profesión, pero siente orgullo porque comparte el arte de la música con su nieta, de 14 años. “Aprende una melodía diaria y eso alegra mi corazón. Ella me reemplazará cuando ya no esté en la tierra”.

A dos kilómetros, frente al parque central de la parroquia San Miguelito, se levanta el taller de Rafael Robalino, uno de los últimos artesanos en la elaboración de guitarras. El oficio aprendió de su padre Filoteo, uno de los artesanos reconocidos a escala nacional e internacional por la calidad de sus guitarras.

Robalino aún utiliza las viejas herramientas en el corte y ensamblaje de una guitarra. Asimiló todos los conocimientos y secretos que su padre le enseñó. Su sabiduría de más de 100 años de tradición, forjada por su abuelo y padre, no va a continuar. Ninguna de sus dos hijas aprendió este oficio, que en la parroquia está por desaparecer. “Hay que tener cariño y amor para continuar esta profesión que la comenzó a los 35 años”.

Hace 35 años, en su taller se fabricaban hasta 200 guitarras semanales, que se enviaban a Guayaquil, Quito, Cuenca, Ambato. Bajo pedido las elaboraba con maderas finas importadas, como palo rosa, pino alemán y canadiense.

En la actualidad fabrica entre dos y cinco guitarras, aunque la pandemia ayudó a mejorar su comercialización. “En el confinamiento la gente decidió aprender a entonar una guitarra como pasatiempo en sus viviendas”.

En el cantón Tisaleo, en el sur de Ambato, está el local de Julio Ramírez, un artesano de más de 30 años en la elaboración de instrumentos. Una vez que terminó de estudiar la primaria trabajó como oficial de su hermano, especializado en la construcción de guitarras. “Al inicio fue como un juego y al final la adopté como una profesión que mantengo con orgullo y he logrado sacar adelante a la familia”.

Este hombre, de 60 años, no tiene quién tome su herencia. Sus cuatro hijos -dice- no nacieron con el talento de aprender su arte. Luego de fabricar una guitarra la afina al oído. Esta técnica la aprendió de su hermano y de algunos artistas que han llegado a su taller del centro de Tisaleo.

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