Arquitectos se tomaron calles y plazas quiteñas

La toma de la ciudad fue una iniciativa de los arquitectos. En su recorrido apreciaron distintas formas de vivir amigablemente con el ambiente. Foto: Alfredo Lagla/ EL COMERCIO

La toma de la ciudad fue una iniciativa de los arquitectos. En su recorrido apreciaron distintas formas de vivir amigablemente con el ambiente. Foto: Alfredo Lagla/ EL COMERCIO

La toma de la ciudad fue una iniciativa de los arquitectos. En su recorrido apreciaron distintas formas de vivir amigablemente con el ambiente. Foto: Alfredo Lagla/ EL COMERCIO

Redacción Quito

Tramos de calles casi desconocidos para estudiantes de Arquitectura y Diseño. Casi olvidados por profesionales de esta rama con años de experiencia. Por ejemplo, la Luis Felipe Borja, fue parte de la toma del espacio público, denominada “Mío”, desarrollado el viernes 21 de noviembre.

Se trató de una convocatoria masiva organizada para cerrar la XIX Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito 2014.

Por la calle Luis Felipe Borja, ubicada detrás de la Tarqui, conocida por albergar a locales de arreglo y venta de bicicletas, en donde se encuentra el Colegio Femenino Eugenio Espejo, transitaron cientos de ciudadanos.

Unos 60 estudiantes del Liceo Fernández Madrid, bastoneras e integrantes de la banda de paz, fueron los primeros en caminar por el lugar, decorado con tarros usados como maceteros de geranios. Las paredes estaban pintadas de blanco, había serpentinas, como si se tratara de un día festivo.
En esta zona hubo problemas por el pesado tráfico. Los conductores no querían ceder el espacio a los peatones.

Pero mimos y zanqueros hacían de policías de tránsito, para que la caravana fluya. Desde la parte más alta del Churo de La Alameda colgaban carteles. En ellos se leía: “Reciclar reduce 50% el CO2”. “45% de la basura mundial son plásticos”.

Los arquitectos, nacionales y extranjeros, y los universitarios ingresaron al parque Alameda. En el lugar, alrededor de la laguna, se colocaron mobiliarios creados con botellas plásticas. Se utilizaron por lo menos unas 20 000 botellas. Había asientos, una especie de tribuna, que podía cubrir de la lluvia. También se observaba a muchachas vistiendo trajes fabricados con papel periódico.

Los caminantes llevaban cámaras de fotos, otros solo utilizaban sus celulares para captar la mejor imagen de esos lugares por los que hace años no habían pasado. Captaron el Observatorio Astronómico, por ejemplo. Y en esta zona había más carteles. En ellos se decía que se usa tres litros de agua para fabricar una botella de 500 ml.

La gente avanzaba, emocionada observando los lugares, el edificio del Banco Central sobre la avenida 10 de Agosto, además el sitio en donde funciona el Registro Civil. Un padre y una hija arquitectos se detuvieron para hacerle una foto al edificio de la Cruz Roja.

Verónica Olivo y Roberto Montenegro, productores audiovisuales, piloteaban un drone (avión pequeño, accionado a control remoto). Sobre centenares de personas sobrevolaba. Era otra forma de tomarse simbólicamente el espacio público.

En la av. 10 de Agosto, que se convierte luego en la calle Guayaquil, justo en la parada del trolebús Banco Central, había una carpa blanca. Los peatones eran atraídos por la música, en la esquina de la Caldas. Era la orquesta sinfónica de la Unidad Educativa Quitumbe. A unos metros, por la Galápagos, que llega a La Guaragua, se observaron objetos de madera, como coches.

Más adelante, casi no había espacio en plena Plaza del Teatro. El coro de la Fundación Teatro Sucre, bailaba y tocaba, en el centro de la multitud.

Mónica Moreira, una de las voceras de la Bienal, se movía al ritmo de la melodía. Ella contó que la toma del espacio público fue posible gracias a la participación de por lo menos 30 colectivos, también con ayuda del Municipio. “Quisimos promover el uso del espacio público por parte del peatón. Y promover la movilidad alternativa, llegar a espacios a donde normalmente no llegamos”.

Fadhila Mammar, una de las expositoras, originaria de Túnez, posaba para fotografías junto a participantes de la Bienal. Ella admitió sentirse maravillada de ese recorrido tan largo, que partió en el parque El Arbolito, por la zona de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Pero comentó que le apenaba saber que algo tan maravilloso fuera algo extraordinario. “El acto cultural en la calle es fundamental: las performances que permiten que el joven muestre su arte, las galerías en la calle”, sostuvo.

También dijo que la mercantilización del espacio público es brutal. Opinó: "para mí es diferente ver a una persona que se coloca pintura y pide dinero en una calle que ver en Europa las terrazas, en las que solo es posible sentarse si se consume algo".

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