Así luce parte del terreno cercado para la construcción de la estación La Carolina, la zona más frondosa del parque. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Las imágenes han sido de alto impacto y han generado controversia: frondosos eucaliptos talados, césped desaparecido, cercas y lonas que separan a los obreros del resto de la cotidianidad, la maquinaria en plena acción, bulliciosa.
Esto sucede en dos puntos de La Carolina, el parque más importante de la capital y que ha perdido alrededor de 150 árboles (no hay una cifra precisa), por las obras del Metro.
¿Estamos ante un atentado contra el parque o es algo normal en una obra de la magnitud del Metro? Y, lo que es más importante, ¿quedará igual cuando se vayan los obreros?
La Empresa Pública Metropolitana Metro de Quito construye dos estaciones en el parque, una en la calle Japón, detrás del Centro Comercial Iñaquito, y otra en la esquina de las avenidas Eloy Alfaro y República, frente a Mall El Jardín. Son dos lugares que, de alguna manera, reflejaban lo que debía ser este parque en su totalidad, en sentido original, con árboles grandes y de agradable sombra. Ahora, esos dos puntos lucen trasquilados y eso ha originado reclamos.
El colectivo Arquitectos por la Ciudad, por ejemplo, ha manifestado su sorpresa por el espacio que ha sido tomado para construir las dos estaciones y por la tala o reubicación de árboles de al menos 40 años.
Diego Oleas, miembro del colectivo, se pregunta por qué las estaciones se construyen en La Carolina y no en los terrenos de las plataformas de la Producción y Financiera, en la avenida Amazonas.
Oleas calificó de “sobredimensionada” la extensión del terreno tomado para las obras, sobre todo en la parte sur del parque, a la que considera la mejor, la de los árboles más grandes, la que huele a bosque.
Del lado de la Empresa Pública también ha existido sorpresa, no tanto por las dudas de los especialistas, que son bienvenidas, sino por las reacciones en las redes sociales, que acusan al Metro de una destrucción ecológica.
Andrea González, vocera y directora de Comunicación de Metro de Quito, señaló que es todo lo contrario. Explicó que las intervenciones en el parque están alineadas al Plan de Gestión Ambiental de la obra, el cual fue aprobado por las autoridades antes del inicio del proyecto, a través de la entrega de la Licencia Ambiental por parte del Ministerio del Ambiente. El plan cumple los requerimientos y estándares que exigen las normativas ambientales, eso incluye el manejo de la arborización.
González reconoce que se talaron algunos árboles (otros fueron reubicados) pero aseguró que no había otra opción: eran muy viejos y grandes, y ya no podían soportar un proceso de replantación.
La dantesca imagen de un grupo de troncos apilados tiene una explicación menos dramática: la madera está destinada para la construcción de bancas y otros ornamentos para los diversos parques de Quito y es entregada a la Unidad de Espacio Público.
El objetivo es no desperdiciar nada, así que también se realiza un reciclaje de ramas, hojas y troncos no maderables, para transformarlo todo en abono natural y utilizarlo en los parques. El césped también ha sido trasladado.
La vocera de Metro de Quito también aclaró que la extensión de terreno cercada es la necesaria para las obras, pues no solo hay que construir una estación de 120 metros por 30, sino que también hay que adecuar un campamento base y utilizar maquinaria que requiere de espacio para sus maniobras. En total, cada estación necesita, aproximadamente, 150 m² de terreno cercado para las labores de construcción. Esto no representa ni el 1% de las 64 hectáreas de La Carolina.
Esto no durará mucho tiempo. Los trabajos en superficie durarán ocho meses. Cuando finalicen, Metro de Quito procederá a restituir la hierba y a reforestar con árboles de nuestra zona, como nogales, sauces y acacias, más adecuados que los importados pinos y eucaliptos. ¿Cómo se verá al final ese pedazo del parque?
El tiempo lo dirá.