En cuatro ocasiones, Rafael Correa mencionó al Papa cuando anunció que retiraba temporalmente las leyes de herencias y de plusvalía. Pabel Muñoz, el secretario de Planificación que coordina todo este diálogo nacional, en la entrevista que dio a este Diario y en otros medios no deja de aludir al Pontífice.
Parece ya una consigna: el Santo Padre es ahora el referente ideológico de la revolución ciudadana, incluso por encima de Thomas Piketty, el autor francés que sirvió de base para estas leyes hasta que encontraron el respaldo en el Vaticano, ese emporio de riqueza y de injusta distribución, si recordamos qué ha pensado tradicionalmente la izquierda sobre la jerarquía eclesial.
En política ya nada asombra. Y más aún con este Pontífice, latinoamericano, campechano y futbolero, algo así como el Pepe Mujica del catolicismo. Pero la apropiación política del Papa ha sido una constante en la historia. Luego de cada fumata blanca, los católicos miran qué orientación espiritual y política tendrá el Pontífice. Pasó con Juan Pablo II, quien mandó a callar a los curas progresistas y colaboró para el derrumbe de la Unión Soviética. A ese Papa no lo citarán jamás y menos a Benedicto XVI, quien retirado y todo nunca deja de ser Papa.
Cuando Jorge Bergoglio dejó de ser el arzobispo de Buenos Aires para convertirse en el vicario de Cristo, en Argentina ya se dio su utilización política con cierto sentido perverso.
Como cardenal, fue muy duro con los gobiernos de la familia Kirchner, que forma parte -así dicen- del progresismo latinoamericano. Cuestionó muchas de sus políticas, la concentración del poder, la intolerancia. Y el kirchnerismo fue severo con él: nunca dejaron de vincularlo con la dictadura por no haber protegido a jesuitas víctimas de la represión.
El filósofo José Pablo Feinmann dijo, poco después de su elección, que había que apropiarse de Francisco, para evitar que la derecha lo hiciera. Y se cuenta que la Presidenta instruyó a sus muchachos que ya dejen de molestar con Bergoglio y se fijen en Francisco. Al fin de cuentas, nada más conveniente que tener del lado de uno al Papa, así él no lo sepa.