Olga Imbaquingo. Corresponsal en Nueva York
Hace dos años, su enamorado le dijo que ya no la amaba y la dejó. Sola, desesperada y sin saber qué hacer en Chicago, el 27 de noviembre del 2007 la ecuatoriana Johanna V. se dirigió a una farmacia y compró veneno para ratas.
Llegó a casa y lo mezcló con jugo de naranja, ácido bórico y algunas pastillas de tylenol y motrin. Les dio a tomar la pócima a sus dos hijos de tres años y de 10 meses. También se la bebió ella. Cuando los niños empezaron a desfallecer, arrepentida y llena de miedo tomó el teléfono y envió un mensaje de texto al ex enamorado y a algunas amigas. El mensaje decía: “acabo de cometer una locura”.
Puede ser que a su enamorado lo amenazó que si la dejaba haría esa locura, por eso él no dudó en llamar al 911 y pedir auxilio inmediato cuando leyó el mensaje.
Los paramédicos del 911 acudieron al lugar donde vivía la ecuatoriana Johanna V., de 25 años de edad. A ella y a sus hijos se los llevaron al hospital.
La pronta intervención de los especialistas logró salvar la vida de los tres y a Johanna V. la privaron de la libertad. Su acción la sometió la justicia de esa ciudad y la juez, Mary Margaret Brosnahan, el 16 de marzo la declaró culpable de intento de homicidio. Pero como el hecho no terminó en tragedia Vera pagará con ocho años y medio de cárcel.
Dos años ya ha permanecido tras las rejas, tiempo que se sumará a toda su sentencia por lo que se espera que en los siguientes seis años y medio salga libre.
El abogado de la ecuatoriana dijo al Chicago Sun-Times que la mujer, una obrera de factoría, ha luchado toda su vida y que lo único que quería era llamar la atención porque estaba bajo mucha presión, sin saber cómo iba a mantener sola a sus dos hijos.
Ella llegó a ese país cuando tenía 13 años, se graduó del colegio en Chicago y cuando vivió en Ecuador ayudó a criar a sus hermanos, mientras su madre trabajaba para mantener la casa.