Gabriela Loayza
Aunque suene a relato de ciencia ficción, en el Ecuador sí se realizan producciones animadas. La gran mayoría gira alrededor del espacio publicitario, pero gracias al esfuerzo de varios emprendedores que creen en la efectividad de la animación para constituir historias y transmitir mensajes, las cosas empiezan a cambiar poco a poco.
“Muchos profesionales del medio tienen la necesidad de expresarse artísticamente y de llenar un vacío que la publicidad muchas veces no logra hacerlo”, comenta uno de los cofundadores del Festival Internacional de Animación Animec, Fernando Vallejo.
Desde sus inicios, el festival surgió con la intención de generar un espacio de encuentro y de inspiración para los realizadores ecuatorianos, con el interés de impulsaros “para que se arriesguen a ir más allá de la publicidad”, como explica Vallejo. De esta manera, la propuesta no contempla únicamente la proyección de filmes animados o la realización de concursos, sino que involucra también la creación de talleres y charlas a cargo de profesionales del ámbito de la animación.
Para esta segunda edición, que acaba de concluir, se contó con el apoyo de diferentes profesionales de Brasil, Colombia, Cuba, Guatemala y Ecuador, que también formaron parte de los jurados. Todas las charlas fueron gratuitas. “Hasta el momento, el festival ha funcionado a través de canjes y del apoyo de muchas personas”, explica Vallejo, contento porque todos los auspiciantes y patrocinadores de la primera edición (2008) volvieron a apostarle al evento, que en esta ocasión convocó a un total de 84 participantes, de los cuales fueron seleccionados 53.
“Estamos recién empezando, pero nos ha ido muy bien en cuanto a la reacción del público y de los animadores”, dice el posproductor y cofundador del festival, Bernardo Gortaire. Como él explica, el festival tuvo un carácter internacional desde el principio, en parte por la ambición de los fundadores de generar un espacio grande que no fuera solamente local y en parte por precaución. “Al principio, temíamos que en Ecuador no hubiesen suficientes personas dedicadas a la animación. Pero nos sorprendimos gratamente al descubrir lo contrario”, comenta Gortaire, refiriéndose a los 30 cortos inscritos el año pasado en la categoría ecuatoriana. El número de concursantes este año fue similar, con la diferencia de que no eran los mismos del año pasado. Para la categoría Iberoanimec, se receptaron 28 trabajos. Estas cifras demuestran que la producción crece en toda Latinoamérica. “La gente ya ha percibido que esta industria [de la animación] puede generar muchos empleos por mucho más tiempo que el cine en vivo”, comentó uno de los invitados del festival, la productora brasileña Marta Machado, de la empresa Otto Desenhos Animados. “La calidad que se demanda ahora es muy alta. Esto exige crear equipos con gente que realmente sepa hacer las cosas”, explica Machado, añadiendo que este es un trabajo colectivo donde existen funciones determinadas que deben respetarse si se desea obtener un buen producto.
“Las fallas de los cortos ecuatorianos se encontraron a nivel narrativo”, explica uno de los cofundadores del festival, Fernando Vallejo. “Las obras no poseen un trasfondo: o no dicen nada o dicen algo que ya habías escuchado antes, que es peor”. Esta opinión fue compartida por los diversos miembros del jurado, artistas y animadores de distintos lugares de Latinoamérica. Ellos también opinaron sobre una falta de estilo propio, pues los artistas copian a los estilos japoneses y estadounidenses. Sin embargo, como también comentaron, existe mucha solvencia a nivel técnico.
“En Ecuador hay gente muy talentosa”, añade Vallejo, “pero lo que falta es ambición”.