Los Ángeles. DPA
¿Hay algo nuevo que contar de Woodstock 1969? Parece que sí. 40 años después aún puede hablarse del legendario festival al estilo de Ang Lee.
Tras seis cintas de tinte dramático, Lee cumplió un capricho. “Tenía ganas de hacer una comedia de una vez por todas”, contaba Lee en el Festival de Cannes.
“No creo que algo como Woodstock pudiera repetirse hoy. Y eso es lo que echo de menos”. Quizá el taiwanés no ganará un Oscar con ‘Taking Woodstock’, pero este colorido homenaje al tiempo de flores, paz y amor, logra divertir. Devuelve al espectador a la era de los hippies desde la imagen de la pradera brillante en tono violeta.
Y rememora en dos horas esa liberación y euforia sin caer en sentimentalismo, gracias a actores consagrados y nuevas promesas. Los conciertos ocupan un segundo plano de la película, basada en un libro de Elliot Tiber.
El protagonista es un decorador de interiores (Demetri Martin), que trata de salvar el decadente motel de sus excéntricos padres, Jake (Harry Goodman) y Sonia (Imelda Staunton), en Bethel. Cuando Elliot escucha que un concierto al aire libre en una localidad cercana ha sido cancelado, aprovecha y contacta al organizador, Michael Lang (Jonathan Groff). Hordas de melenudos toman poco después su pueblo.
El granjero Max Yasgur (Eugene Levy) pone sus pastos a disposición de los visitantes. Los padres de Elliot ven la invasión hippie estupefactos al inicio, pero pronto ponen una visión comercial.
Woodstock fue también un gran negocio, el rock y el dinero siempre han ido de la mano. El festival llegó en un momento de división en EE.UU. como la película refleja a través de Billy (Emile Hirsch), amigo de Elliot que vuelve traumatizado de Vietnam y se contagia del entusiasmo. La guerra aparece tangencialmente.
Se repasan actos relevantes de la época, desde la llegada a la Luna hasta los ‘viajes’ con LSD. Hay escenas legendarias, como los baños en el barro, y personajes, como el limpiador de baños que inmortalizó David Wadleigh.W
Ang Lee transmite el aire de revolución de ese anárquico verano a través de soberbias imágenes y escenas.
Al final de la fiesta, Michael Lang cabalga por la pradera. Habla de su próximo show gratuito, de los Rolling Stones, en Altamont.
El filme cierra con una aciaga premonición. El concierto de Altamont, en diciembre de 1969, dejó cuatro muertos, y con el verano del amor.