Ganó la muerte
Una vez más la muerte ganó la partida a la esperanza. México cuenta con dolor otra historia triste. 43 jóvenes estudiantes normalistas desaparecidos fueron asesinados.
La fría confesión de varios de los asesinos horroriza, tanto que ahoga la esperanza que los padres de los chicos mantuvieron durante semanas.
La constatación de los actos criminales y la saña con que se incendió y pretendió hacer desaparecer los cuerpos espeluzna.
Las interrogantes empezaron a despejarse a raíz del apresamiento del alcalde de Iguala y su esposa, prófugos desde el inexplicable episodio en que 43 estudiantes desaparecieron del mapa como si la tierra se los hubiese tragado.
Todas las piezas del rompecabezas se juntan y pintan el cuadro trágico. El alcalde y su mujer, eran fichas claves en el cartel sanguinario llamado Guerreros Unidos.
El episodio de Iguala es uno más, aunque esperpéntico en grado sumo, de la cadena de asesinatos ocurridos en México, desde que el narcotráfico y el crimen organizado han cobrado protagonismo.
La institucionalidad vive severamente amenazada. Ni la sofisticación de policías ni los intentos, como los del expresidente Felipe Calderón (PAN), de encargar la lucha a las Fuerzas Armadas dieron resultados.
El presidente Enrique Peña Nieto (PRI), afronta “el reto más difícil de su mandato y posiblemente el más complejo en décadas, demostrar que pese a esta vorágine de violencia, (…) México es un país pujante, capaz de encabezar la América hispana”. Es una cita de la nota del periodista Juan Martínez del viernes en la versión digital de El País, el periódico más influyente de habla hispana.
Hay datos que hablan de unos 100 000 muertos. Los números son fríos y no reflejan el dolor de la gente.
Un precio alto que se paga por tener la frontera más larga del mundo con Estados Unidos, pese a los esfuerzos de su lucha contra el narcotráfico.
Por hoy la muerte gana la partida.