Las últimas semanas del 2014 y los primeros días de este año se muestran bastante movidos por los ajustes económicos (antes se llamaban medidas), que está adoptando el Gobierno central, para atenuar la caída del precio del petróleo y contrarrestar una situación económica compleja, por la “coyuntura internacional poco favorable”.
Más ingresos al Fisco con la Ley Orgánica de Incentivos y Prevención del Fraude Fiscal, recorte del Presupuesto, salvaguardias cambiarias con los países vecinos, restricciones a las importaciones, más endeudamiento a largo plazo con China, más emisión de papeles de deuda interna, reducción de gastos de inversión, etc. Todas estas decisiones reflejan la preocupación del Ejecutivo por mantener los dólares en la economía.
Pero en medio de las crisis siempre hay oportunidades y esta no es la excepción. Frente a un panorama complejo, el Régimen tiene la oportunidad de dar ejemplo de austeridad, controlar mejor los recursos destinados para las megaobras, reducir los gastos innecesarios en propaganda, priorizar los viajes oficiales, proponer una revisión de los contratos con las petroleras privadas, contratar nueva deuda en lo estrictamente prioritario, promover un mayor acercamiento con el sector privado, estimular la llegada de nueva inversión extranjera, establecer reformas que incentiven a la producción, entre otras opciones.
Además, es la oportunidad para pensar más en la gestión de los emprendedores, quienes son esas personas que arriesgan su capital y patrimonio, en cualquier época, en la bonanza y en la crisis, en las buenas y en las malas. A ellos hay que apoyarles en sus iniciativas, otorgar estímulos tributarios, reducir la excesiva tramitología, brindar flexibilidad laboral, canalizar líneas de financiamiento accesible.
La estrategia frente a un año complejo debiera ser flexible y dinámica, tanto para el Gobierno como para los agentes económicos privados. La época de vacas gordas ya pasó y esta es la nueva realidad.