Luego de 54 años, la bandera de Estados Unidos flamea en el Malecón de La Habana. Es un paso más, pero muy importante, en el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
Tras la revolución de 1959, ambos países pusieron fin a sus relaciones diplomáticas en 1961. Cuba empezó nacionalizando empresas norteamericanas y la cuerda se tensó durante los largos años de la Guerra Fría, el intento de derrocamiento con la invasión a Bahía de Cochinos, la crisis de los misiles y el largo bloqueo estadounidense a Cuba.
Nixon estableció puentes con Pekín en 1972, El Muro de Berlín se derrumbó y Mijail Gorbachov desmanteló a la vieja Unión Soviética. Pero Cuba sigue siendo un enclave comunista a pocos kilómetros de un país como Estados Unidos con el que ha mantenido especiales episodios de su historia. La participación en la guerra de liberación de España, la ocupación de Guantánamo, la inmensa colonia cubana en Estados Unidos –en parte molesta por este nuevo momento – y el embargo que impuso el país del norte fueron parte de esa historia intrincada donde la crítica al imperialismo yanki fue, y es hasta hoy, bandera del discurso oficial.
Por eso es que en diciembre el diálogo de Barack Obama con Raúl Castro rompió esquemas. Tras las conversaciones de Panamá se desató un proceso de rápido restablecimiento de relaciones que ha supuesto la apertura de las embajadas de ambos países en sus capitales –Washington y La Habana- y ahora vino la izada de bandera norteamericana en la conocida oficina de Intereses Norteamericanos en el Malecón, donde pronto habrá un Embajador.
Los funcionarios norteamericanos tendrán diálogos de distintos aspectos y la gestión de Obama de levantar el embargo es tarea compleja en un Congreso con una bancada republicana mayoritaria que no ve con simpatía la decisión del Presidente demócrata.
El secretario de Estado, John Kerry, pidió más democracia en Cuba. Fidel pide a EE.UU. reparaciones económicas. Queda camino por andar.