La amenaza de una guerra atómica es real

Corea del Norte dijo el domingo que probó con éxito una bomba de hidrógeno, que puede ser instalada en uno de sus misiles balísticos intercontinentales. Foto: AFP

Corea del Norte dijo el domingo que probó con éxito una bomba de hidrógeno, que puede ser instalada en uno de sus misiles balísticos intercontinentales. Foto: AFP

En la víspera de la Navidad, el régimen de Kim Jong-un insistió en que sus misiles pueden alcanzar EE.UU.. Foto: AFP

La controversia por el plan nuclear del régimen comunista de Corea del Norte, que involucra a dos líderes lunáticos como Kim Jong-un, y el presidente estadounidense, Donald Trump, puso al mundo en vilo.

Durante todo el año, Corea del Norte aceleró el ritmo de su enloquecida carrera hacia el arma nuclear, atizando el temor a un conflicto atómico digno de las peores horas de la Guerra Fría. Una cuestión que debería seguir dejando grandes titulares en el 2018 porque las potencias parecen incapaces de obligar al régimen comunista a renunciar a sus programas nuclear y balístico.

Los múltiples paquetes de sanciones votados por el Consejo de Seguridad de la ONU no disuadieron a Pionyang -la capital de Corea del Norte- de llevar a cabo, en septiembre, su sexto ensayo nuclear, el más potente hasta la fecha. Según el régimen norcoreano, sirvió para probar una bomba de hidrógeno.

El país, gobernado por décadas por la dictadura de la familia Kim, también realizó este año varios ensayos de misiles intercontinentales (ICBM). El punto culminante se produjo el miércoles 29 de noviembre. Ese día Corea del Norte se proclamó nuevo miembro del selecto club de Estados nucleares, con capacidad de lanzar un misil balístico a cualquier sitio del territorio continental de Estados Unidos.

La entrada triunfal se dio de la mano del exitoso lanzamiento de un misil intercontinental sobre el Mar de Japón, el martes 28 de noviembre, con el que Kim Jong-un dio por superada la fase de pruebas y se declaró a la altura tecnológica de las demás fuerzas nucleares.

Los analistas sostienen que estas acciones provocadoras de Kim Jong-un son una respuesta a la también actitud beligerante del presidente Donald Trump, quien este 2017 agitó el mundo con una política exterior desconcertante, caracterizada por una aparente desconfianza ante los foros y acuerdos multilaterales y una retórica belicosa hacia un puñado de países, como Corea del Norte, Irán, Venezuela y Cuba. La situación se tensó el 26 de septiembre cuando Trump, durante su intervención en la Asamblea General de la ONU en Nueva York, amenazó con “destruir totalmente” la nación asiática si su país se ve obligado a defenderse a sí mismo o a sus aliados.

Dos meses después el magnate volvió a enfrentar a Kim y declaró a Corea del Norte “patrocinador del terrorismo”. El anuncio del Presidente estadounidense ocurrió tras su gira de 12 días por Asia -el viaje más largo de Trump desde que asumió el mandato- durante la cual visitó Japón, China, Corea del Sur, Filipinas y Vietnam.

La ofensiva diplomática para presionar a Pionyang y forzar al régimen de Kim a negociar un punto muerto en su carrera armamentista fue uno de los temas centrales de su gira, que incluyó encuentros con el primer ministro japonés, Shinzo Abe; el presidente chino, Xi Jinping; el mandatario ruso, Vladimir Putin, y su homólogo surcoreano, Moon Jae-in.

Todas estas provocaciones ocurren en medio de informes de que Pionyang pudo haber logrado miniaturizar un arma nuclear para transportarla en un misil intercontinental. Esta posibilidad ha sido largamente temida por EE.UU. y sus aliados asiáticos. Tanto así que en Japón, el primer ministro Shinzo Abe calificó a esta crisis como la más grave desde el final de la II Guerra Mundial.

La preocupación en Japón se ha disparado, además de por tener a un vecino cada vez más armado y con la pretensión de convertirse en una potencia nuclear, por el hecho de que en varias ocasiones los misiles de prueba del régimen norcoreano hayan sobrevolado Japón sin previo aviso.

El régimen de Kim ha amenazado con liquidar el archipiélago nipón, un aliado de Washington.

Como medida de prevención, el 22 de diciembre el Gobierno japonés propuso un presupuesto de Defensa récord, de unos 5,19 billones de yenes (casi 39 000 millones de euros) para el ejercicio fiscal 2018 - 2019, lo que le permitiría reforzar su escudo antimisiles frente a Corea del Norte.

Aunque EE.UU. y Rusia han coincidido en que es urgente comenzar un proceso negociador sobre Corea del Norte, el papel de Rusia en la crisis nuclear está en tela de duda. ¿La razón? Esta semana el periódico estadounidense The Washington Post accedió a una serie de documentos de la Oficina de Diseño de Cohetes Makeyev que vinculan a Moscú con el repentino progreso del armamento militar de Corea del Norte en los últimos años.

La relación, sin embargo, se remonta al colapso de la Unión Soviética a principios de los años noventa. Unos meses después de aquel hecho histórico, un grupo de inversores estadounidenses y científicos rusos llegó a un acuerdo para comercializar la familia de misiles del arsenal ruso diseñados para ser lanzados desde submarinos.

No obstante, señala The Washington Post, como los estadounidenses enseguida enfrentaron una serie de barreras legales y burocráticas que impidieron desarrollar el emprendimiento, los rusos avanzaron las negociaciones con un nuevo socio dispuesto a pagar efectivo por la tecnología militar soviética: Corea del Norte. Más de dos décadas después, algunos de los diseños soviéticos están reapareciendo en misiles sorprendentemente sofisticados que han desarrollado los norcoreanos en los últimos dos años.

Los Estados vulnerables suelen responder a las amenazas exteriores con la militarización, observa Vipin Narang, profesor en el Instituto de Tecnología de Massachusetts. “La solución es acelerar hasta el punto en que, frente a la amenaza de un ataque, adviertes que tienes muchas armas nucleares”, explica.
“Es impresionante y espeluznante la rapidez a la que han juntado todas las piezas”.

Pionyang afirma que su prioridad es su propia supervivencia. Sus críticos le acusan de querer reunificar mediante la fuerza la península dividida desde hace casi 70 años. En respuesta a los avances norcoreanos, Washington multiplicó las demostraciones de fuerza, principalmente con los vuelos de bombardeos sobre la península. Al mismo tiempo, responsables estadounidenses blandieron la amenaza de la opción militar, alimentando así el temor a que se produzca un error de cálculo que pueda degenerar en conflicto.

Van Jackson, experto en cuestiones de defensa de la Universidad Victoria de Wellington y citado por AFP, considera que el riesgo de una “guerra nuclear involuntaria” nunca ha sido tan alto desde la Guerra Fría, a causa de la sofisticación del armamento norcoreano y del nivel actual de las tensiones. “Corea del Norte podría querer efectuar un bombardeo nuclear preventivo si piensa que EE.UU. está a punto de invadir o de decapitar el régimen”, opina Jackson.

Y es por eso que los países que están al alcance del arsenal norcoreano -como Corea del Sur y Japón- temen una guerra nuclear que dejaría millones de muertos. El dilema de seguridad está servido, y las opciones para frenar la nuclearización definitiva de Corea del Norte se están agotando.

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