Ambato aún es vulnerable a los sismos

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La casa de Silvia Pillajo está hecha con hormigón y bloque. Es de un solo piso y se encuentra en el barrio 10 de Agosto, de la parroquia Picaihua. En este pueblo, ubicado a 20 minutos del centro de Ambato, las calles son polvorientas y hay cultivos de maíz y papa.

Pillajo, quien está casada y tiene dos hijos, se dedica a confeccionar zapatos. Solicitó un crédito de USD 10 000 en una cooperativa, para construir una casa, de 120 m². No contrató a un arquitecto para que diseñe los planos y dirija la obra. “Para abaratar los costos le pagué a un maestro albañil. Pero estoy preocupada con esto de los terremotos. No sé si mi casa resistirá un sismo”.

La artesana dice que sus vecinos también edifican sin planos. “En la tienda escuché que en el terremoto de Ambato los cerros que rodean a este pueblo se desmoronaron. ¡Qué miedo!”.

El 5 de agosto de 1949, la tierra tembló en la capital de Tungurahua. Según datos del Municipio, murieron 6 000 personas y 50 poblaciones fueron afectadas.

Delia Silva tiene 74 años y era una adolescente cuando ocurrió la tragedia. “Fue un viernes. El primer sacudón fue a las 14:05. Me acuerdo clarito. Salí corriendo a la calle. Luego vino otro temblor. Escuché un ruido feo. Las casas del centro se caían y la gente no sabía qué hacer. Corríamos despavoridos, desesperados”.

Alejandro Tubón, de 77 años, cuenta que se cavaron fosas para enterrar a los muertos. “El rescate de las víctimas fue un trabajo duro y doloroso que conmovió al país y al mundo. Es inolvidable”.

Dos años después del terremoto, las autoridades aprobaron el Plan Regulador de Ambato, para prohibir que se levanten casas en las laderas y exigir que todas las edificaciones sean diseñadas por profesionales.

Mariana Ortiz, directora de Planificación del Municipio, reconoce que las disposiciones no se cumplen. Detalla que más del 50% de las casas ubicadas en las parroquias rurales y en las periferias no tienen planos. “Fueron edificadas en zonas donde hay deslizamientos y sin el control de un técnico”. El último censo indica que en las 18 parroquias rurales hay 29 718 viviendas.

Hay cinco inspectores para controlar todos los edificios que se levantan en la urbe. “La gente debe hacer conciencia sobre el peligro de tener una casa insegura”.

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