Redacción Guayaquil
Un arbusto delineaba una tenue sombra en el rostro de Wendy Goya. Sentada en la vereda mece a su bebé de mes y 20 días de nacido. Una sábana protege al niño de los rayos solares que empiezan a aparecer. Son las 08:00.
Wendy tiene ya 23 horas esperando ser atendida en la agencia del Banco Nacional de Fomento (BNF) del parque California, vía a Daule, en el noroeste de Guayaquil. Ella recibe el Bono de Desarrollo Humano desde hace tres meses y espera obtener un crédito de USD 840 para montar una tienda en su vivienda.
Junto a sus seis hijos, habita en Mapasingue, un populoso sector ubicado en la vía a Daule. A diferencia de otras 250 personas que esperan la apertura de la agencia sobre cartones o sábanas raídas, Goya durmió en su casa la noche anterior. “El bebé es demasiado pequeño y no tengo quien lo cuide. Tuve que pedirle a una amiga que me guarde el puesto en la noche para poder ir a mi casa y procurar que no se enferme”.
Casi liderando la fila está Narcisa Coveña. Ella llegó a las 05:00 del día anterior. “Ayer atendieron a 150 personas, nosotros nos quedamos aquí para ver si hoy (viernes pasado) podemos entrar y recibir el préstamo”. Aún descansa sobre el cartón que en la noche le sirvió para dormir. En su mano tiene una funda en la que, minutos antes, guardó un diminuta almohada y una frazada para abrigarse en la noche.
Coveña tiene una tienda en su casa y necesita dinero para comprar más productos. Ella ya no puede acudir a la banca privada, pues se atrasó en el pago de una letra en un crédito anterior. Los problemas en su hogar le impidieron pagar esa deuda.
Ahora espera recibir los USD 840, que ofrece el BNF, pues escuchó de las facilidades para obtenerlo y cancelarlo. “Nos han dicho que los requisitos son fáciles y además que durante dos años no recibiremos el Bono y que así se cancela la deuda. Eso me favorece porque no tengo que preocuparme de la letra cada mes”.
Junto a ella está Ángela Espinoza. Ella es madre soltera y tiene cuatro hijos. Con el préstamo espera iniciar un negocio de compraventa de ropa y zapatos. Su familia vive en la Cooperativa Nueva Prosperina, en la vía Perimetral. “Esto es un desorden. El guardia no dice nada, nos toca dormir aquí para guardar un puesto, aguantar sol y de paso muchas nos cuentan que no les dan el dinero completo sino solo USD 770 u 800. Nadie sabe por qué descuentan tanta plata”.
En la agencia del Banco nadie está autorizado a emitir declaraciones respecto a los créditos. En la oficina, la atención a los beneficiarios del Bono empieza recién a las 09:00. A esa hora se entregan los tiques numerados para 150 personas. El resto de quienes están en la fila debe esperar hasta el siguiente día para que inicie un cronograma similar.
La masiva afluencia de interesados en este tipo de microcréditos, en parte tiene su explicación por la salida de más de 200 000 personas de la banca privada, dice Alfredo Vergara, ex superintendente de Bancos.
Las nuevas regulaciones bancarias redundaron en la expulsión de ese número de clientes que antes recibían microcréditos (cifras entre septiembre de 2008 y octubre de 2009). “Una gran parte de estos microempresarios es el que ahora opta por los créditos de la banca pública. El resto simplemente dejó de ser parte de la banca”.
La falta de empleo formal (13% de desempleo y 50% de subempleo en Guayaquil) y la situación económica del país inciden en la alta demanda de microcréditos con facilidades de pago.
El esposo de Beatriz Majado es vendedor informal y el dinero que gana no le alcanza para mantener a su familia. Desde hace seis años, ella recibe el Bono de Desarrollo Humano y con esos recursos ayuda a solventar los estudios de sus tres hijos.
Majado tiene 28 horas esperando en los exteriores del Banco. Con los USD 840 espera montar una panadería en su casa. “Ya coticé una pequeña vitrina, un congelador y la compra de la materia prima. Es un negocio pequeño pero me ayudará por lo menos para darles el pan diario a mis hijos”. Cuando el guardia dice que se inicia la atención, una sonrisa se dibuja en su rostro.
Punto de vista
Jorge Calderón/ Investigador
Hay que medir el uso del dinero
El programa de microcréditos para los beneficiarios del Bono de Desarrollo Humano tiene la intención de fomentar las actividades productivas. Pero hay el riesgo de que las personas no usen el dinero en una microempresa sino en consumo (deudas, electrodomésticos o víveres). Habrá que ver qué tipo de medición y qué nivel de eficiencia tienen los créditos.
Hay que preguntar si están llevando estadísticas sobre el uso de recursos y se hace un seguimiento para eso. La idea de fomentar la producción es buena, pero hay que medir el uso de esos dineros, que son del Estado.