Pauleth Achic entrega el refrigerio a sus compañeros de décimo de Básica, en la Unidad General Artigas, de Quito. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Hace una pausa en medio del partido y va al bar. Ahí compra una melva para acompañar la bebida de mango y maracuyá que guarda en su mochila. Ese néctar es el favorito de Dilan Villegas. Lo recibe como parte del refrigerio escolar que se entrega en los planteles públicos, de lunes a viernes.
Cuando los regímenes Costa y Sierra funcionan al mismo tiempo -como en el mes en curso- al día, 2,82 millones de alumnos de inicial a décimo de Básica cuentan con esa ración, compuesta por un alimento sólido y uno líquido.
En la semana se varía entre leche entera, saborizada o de cereales y galletas o barras de cereal. El presupuesto diario aproximado por alumno es de USD 0,32 más IVA, por ración. El 2018, en el programa se invirtieron USD 174,8 millones.
Los sabores del jugo gustan a la mayoría en la Unidad Educativa Eugenio Espejo, de Quito. En el caso de leches, la chocolatada es la favorita. Las de fresa, naranja o cereales no son del agrado de todos.
Por eso, en esa institución no entregan el refrigerio a todos los chicos de hasta décimo de Básica, como estipula la política pública, sino a los que lo desean, “para no desperdiciar”.
Los sobrantes se reparten a chicos de menos recursos, incluso de Bachillerato, con organización de una comisión.
Esteban Ortiz, docente de la UDLA e investigador en salud pública, subraya que los estudios han demostrado que la colación escolar tiene impacto más en niños pobres. Y frente al anuncio de que se focalizará desde septiembre, en la Sierra, confirmado por el presidente Lenín Moreno, opina que todos debieran recibirla.
El refrigerio -anota- contribuye al desarrollo de un niño, ya que mejora la atención y aumenta su energía. Pero cree necesario medir su impacto.
En Reino Unido -relata- su hija recibe desayuno y almuerzo gratis, dentro de una política para las escuelas públicas.
En el país, con la ración se cubre el 20% de las necesidades mínimas de energía del alumno por día, según el Ministerio.
Para Alexis Oviedo, docente del área de Educación de la U. Andina, esa política requiere una visión cultural, que permita ofrecer alimentos con los que estén familiarizados, por región. Recomienda coordinar más con gobiernos parroquiales y mayor participación de productores locales.
En la Unidad General Artigas, de San Roque (Quito), varios chicos de la jornada vespertina ayudan a sus madres comerciantes, en las mañanas.
Por eso, al llegar a clases, la colación del Programa de Alimentación Escolar (PAE) es un aporte nutricional. Es el caso de Evelin Quinlli, de 12 años. Si un compañero no quiere el refrigerio toma doble ración, excepto cuando hay leche de fresa, pues no le gusta.
En el Espejo, en cambio, se distribuye antes del recreo. Allí hay chicos que compran también algo en el bar.
Mónica Villar, coordinadora de la carrera de Nutrición de la USFQ, señala que un niño de 6 a 10 años requiere 1 600 calorías al día. Y que la colación no debe sobrepasar el 5%. También es importante evaluar el horario en que se reparte.
Un vaso o caja individual de leche tiene de 120 a 150 calorías y la barra o galleta, entre 100 y 150. Para un niño, 300 calorías -dice- es mucho. Esa cantidad la requiere un adolescente.
La nutricionista apunta que en los colegios se deben crear hábitos saludables y ofrecer combinaciones que no cansen.
El Ministerio ha emprendido estudios de aceptación y consumo con encuestas. La última fue a fines del 2017, a 11 107 estudiantes, con apoyo del INEC. Así se hizo un plan de reemplazo de productos. Ese año además se midió el impacto en la matrícula, que llegó al 9% de primero a séptimo de Básica, según un informe de la investigación desarrollada por la Cartera, la Flacso y el BID.
En lo que va del 2019, según Educación, se ha realizado una caracterización de los planteles y de las condiciones socioeconómicas de las parroquias del país. Con esos datos, más los de aceptación y consumo, se hará un propuesta de priorización de beneficiarios.
20 años está por cumplir el programa
Agosto 1999
El Ministerio invirtió para mejorar la alimentación de los escolares de planteles fiscales, fiscomisionales y municipales, con apoyo del PMA y PNUD nace el Programa de Alimentación Escolar (PAE).
Enero 2000
Desde ese año, el programa dejó de ser focalizado, ya no se concentró en alumnos de zonas rurales y urbano-marginales, de 5 a 14 años, de 4 regiones. Se amplió, con la idea de universalizarlo.
Septiembre 2010
Por su impacto, la Senplades lo ubicó dentro del Plan Nacional de Desarrollo para el Buen Vivir 2009- 2013. Desde marzo ya no fue almuerzo sino desayuno y refrigerio para todas las regiones.
Mayo 2012
El proceso fue asumido por la Subsecretaría de Administración Escolar
del Ministerio. Los productos del desayuno se elaboraron con harinas de fréjol, maíz y quinua; también leche y galletas.
Octubre 2013
Desde esa fecha se crea el Instituto de Provisión de Alimentos, que dos años después se fusionó con la llamada Unidad Nacional de Almacenamiento, a manera de absorción, para encargarse de todo.
Julio 2016
El Programa de Alimentación Escolar, por Decreto Ejecutivo, pasa al Ministerio de Educación y quedó como responsable de los procesos de contratación pública para ejecutarlo y de la distribución también.