Debe ser premeditado; tanta eficacia no puede ser obra de la improvisación. Sin duda, se trata de un plan para matarnos, del despecho o de las iras. Alguien nos odia y está acabando con nosotros a diario, sin dejar rastro.
Si no de qué otra manera se explican los tres meses de cierre de los túneles. En una ciudad donde circular en cualquier tipo de vehículo equivale a descender al peor de los círculos del infierno inventados por Dante, alguien (que nos odia) apretó más los torniquetes, para que el tormento sea mayor.
Y ahí estamos, sudando frío, practicando por horas (literalmente) el delicado arte de frenar, embragar y meter cambios, a la vez que le mentamos la madre al conductor de al lado o escapamos de morir aplastados entre un tráiler y un camión.
Todo porque ese alguien decidió cerrar los túneles ahora en lugar de esperar hasta julio, por ejemplo, que el tráfico disminuye sustancialmente al estar los chicos de vacaciones; o para cuando rija el pico y placa. Es que no solo quiere matarnos, quiere vernos sufrir.
Cómo será de refinado en la maldad ese alguien, que desprograma los semáforos en horas pico. Así lo hizo un viernes a las 17:30 con el semáforo de la av. Maldonado y El Tablón, que titilaba imperturbable en amarillo. Aquello parecía la guerra.
Puestos a escoger, uno prefería echarse a un foso con cocodrilos hambrientos que tratar de girar a la izquierda y ser embestido por buses de todas las cooperativas, en todos los sentidos.
No soy dada a las teorías de la conspiración, pero ante la evidencia me rindo. Nos quieren matar: intenten matricular el auto, a ver si salen vivos.
Después de haber pagado en el banco y pasar la revisión de la Corpaire, es bastante probable que uno llegue a la ventanilla de la matrícula y le digan: “Sus datos no aparecen en el sistema, vaya a la Jefatura para que le ingresen”.
Y después de una fila de una hora, a la intemperie en la oficina de la Cordero, saldrá una señora (que es una sicaria de ese alguien que nos odia) a decir que sólo le quedan 50 especies y que el resto se vaya a su casa. Uno, obviamente, pertenece ‘al resto’.
Cómo nos odiará, que se da el lujo de cobrarnos la multa por no matricular a tiempo el auto, aunque la culpa sea de ese alguien que no provee de suficientes especies a la Jefatura, a sabiendas de que hay casi 40 000 carros cuyas placas terminan en 1. Ahí es cuando dan ganas de botarse bajo las llantas del primer carro que se cruce por enfrente. El plan es maestro: nuestra eliminación es gestionada por nosotros mismos.
No conforme con nuestro despecho, cuando nos subimos al auto (aún sin matricular, por supuesto) ese alguien se las ha ingeniado para que en todas las emisoras esté la cadena de los sábados. No hay escapatoria. Es irrefutable: alguien nos odia.