El primer año de administración de los nuevos alcaldes -también hay algunos reelegidos- evidencia la forma como se manejan las ciudades y en qué se invierte.
Primero: las autoridades no están pensando en planes a largo plazo, para que puedan ser ejecutados no solo en sus períodos, sino también en los tiempos de quienes les sucedan en el cargo.
Es decir, que se trabaje en una especie de política municipal de largo aliento, según las prioridades y necesidades de las ciudades, e independientemente de los grupos políticos. Pero no todo es malo, porque existen algunas excepciones y son positivas.
Por ejemplo, tenemos a las alcaldías de Cuenca, Quito, Manta, por citar algunas. La capital azuaya está dedicada por completo a la construcción del tranvía, obra que está totalmente financiada. Es bueno conocer que el alcalde Marcelo Cabrera siguió adelante con este proyecto, que mejorará la movilidad de los cuencanos desde finales del próximo año cuando se prevé la terminación de los trabajos.
La ejecución del Metro de la capital es otra buena noticia para los quiteños, que igualmente solucionará los problemas de falta de transporte público. No ha estado exento de dilaciones, pero avanza.
Manta también decidió seguir con su nueva terminal terrestre que fue iniciada por el exalcalde Jaime Estrada.
Segundo: las obras que se construyen son pequeñas, como mercados, canchas deportivas, ciclovías, entre otras. No hay duda de que estas iniciativas son importantes. Sin embargo, no ayudan a resolver las necesidades más urgentes de los habitantes.
Y este punto me lleva al tercero: la mayoría de ciudades no tiene una amplia capacidad de propuestas, seguramente por su falta de dinero. En este momento, varias alcaldías aún están poniendo orden en casa y casi no se ve la obra municipal y no me refiero a las de asfalto o cemento.
Es de esperar que cuando termine este período de cinco años, los alcaldes hereden buenos proyectos a sus sucesores.