La gente protestó el 18 de febrero en Argentina. No quieren que el poder político le meta las manos a la justicia.
No quieren la metida de mano porque el poder político es el principal investigado por una parte de la justicia que ha sabido resistir a la cooptación que durante años los peronistas han buscado.
El detonante de la gran marcha que llenó las calles no solo de Buenos Aires sino de las principales ciudades argentinas fue el mes del asesinato del fiscal Alberto Nisman.
La gente arrebató ese día el protagonismo a los políticos. La oposición supo callar, con tino, durante la marcha del silencio. Los políticos del poder enquistados, en el peronista Frente para la Victoria (FPV), no aguantaron las ganas de tuitear con arrogancia para tachar a los ciudadanos que reclamaban por el cumplimento cabal de la justicia y la investigación profunda sobre la muerte del Fiscal. Los gobiernistas piensan que la oposición se apropia del juego de reclamar justicia solamente porque se trata de un año de campaña presidencial.
Lo cierto es que en el epílogo del ciclo de tres gobiernos seguidos del kirchnerismo en el poder, el desgaste es colosal. La inseguridad, el descontrol de la inflación, el dólar blue desbocado por encima de las cifras mentirosas del dólar oficial que no alcanzan a contener por falta de confianza. A todo hay que sumarle las denuncias de corrupción. Ya está detenido desde el viernes el socio del vicepresidente Amado Boudou, que terminará encausado. Ya están tras la pista del socio de los Kirchner, Lázaro Báez, multimillonario por su presunta concupiscencia con el poder. Los tiros apuntan a los pies del círculo más íntimo del kirchnerismo.
Como si todo lo ventilado pese a las descalificaciones del poder a la prensa crítica no fuese suficiente, ahora llega la muerte del Fiscal. Nisman iba a señalar a la Presidenta por el acuerdo con el Gobierno de Irán, lo que podría encubrir a los posibles asesinos del atentado terrorista de la AMIA, hasta hoy impune.
La gente dijo ¡no va más!