Olga Imbaquingo
Corresponsal en Nueva York
Honduras sacó a flote las debilidades e intereses de las organizaciones regionales. EE.UU. aún no sabe cuál es el norte que seguirá en relación con América Latina. Ni siquiera oficializa a los funcionarios que liderarán las relaciones con la región.
La Alba trata de ganar protagonismo y fuerza más allá de sus fronteras y la OEA busca apagar el fuego antes que se encienda.
“La OEA ha jugado un papel discreto en la crisis de Honduras”, dice Mauricio Cárdenas del Brookings Institutions. Según él, esta coyuntura obliga al secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, “a mantenerse al margen como estrategia y Honduras va a generar divisiones a medida que avancen las conversaciones”.
La Alba encontró en estos acontecimientos la ocasión para catapultarse como otro actor geopolítico, pero según Christopher Sabatini, del Consejo de las Américas, “solo tuvo un rol marginal, de denuncia y crítica a EE.UU.”.
Lo factual es que todos los países, incluido EE.UU., rechazaron ese golpe militar, pero para Cárdenas esa unidad no es para lar-
go. “De eso saldrán dos grupos: uno, moderado, liderado por EE.UU.; y, otro más agresivo, ese será la Alba”.
Esa correlación de fuerzas se verá antes de las elecciones en Honduras y en la elección del nuevo secretario de la OEA. La Organización, desde hace rato, viene sufriendo una mala propaganda.
Además, dice Ray Walser, analista de Heritage Foundation, “la OEA es contradictoria, porque es la llamada a proteger la democracia, pero presiona por el regreso de Cuba, un país que no cumple las condiciones democráticas”.
Los miembros de la Alba, según los analistas saben de esas debilidades y EE.UU. debe tomar en cuenta dentro de su nueva política de diplomacia multilateral. “Para Washington hay tres contenciosos en la región: Cuba, la Alba y una estrategia de geopolítica por definir en la región”, dice.
La OEA será el territorio para este juego de fuerzas. Insulza busca la reelección. “No puedo impugnar la integridad de Insulza, pero sí decir que está bajo mucha presión y si quiere ser reelegido, la Alba y el Caribe le sirven. No estoy seguro si EE.UU abrazará esa candidatura, más después de que abogó por el reingreso de Cuba”.
La actitud discreta de EE.UU. a la larga puede resultar insostenible, porque Cárdenas cree que otros tratarán de llenar ese vacío. “Ya hemos visto a la Alba más activa que Brasil, el gran ausente de este debate. Sin Brasil y EE.UU, Centroamérica y el Caribe quedan bajo la influencia de la Alba, pero también eso es rebatible: Honduras es una muestra de ese rechazo al modelo de reformas constitucionales que restringen el poder de otros actores”.
Eliot Engel, presidente del Subcomité del Hemisferio Occidental, también mostró su rechazo. “Así como criticamos el golpe en Honduras, debemos criticar el esfuerzo de ciertos gobiernos por cambiar las constituciones para perpetuarse en el poder”.
Aunque Engel no mencionó a los países donde se han hecho esas reformas constitucionales para extender los períodos presidenciales, los analistas saben que uno de esos es Ecuador.
Una vez que ingresó a la Alba, el Gobierno ecuatoriano será un actor protagónico y, probablemente, parte del bloque de países que van a tratar de jugar un papel importante a la hora de nombrar nuevo Secretario de la OEA.
La OEA, sin desestimarle sus buenos oficios en la crisis de Colombia y Ecuador, ahora con Honduras está bajo mucha presión, coinciden los analistas.