Redacción Guayaquil
Los jugadores de Liga de Quito disputaron dos partidos en Brasil. Uno, frente al Fluminense y otro, contra la presión psicológica de la hinchada del club carioca.
Primero fueron rigurosamente revisados en el aeropuerto de Río de Janeiro. Después hinchas del Fluminense reventaron juegos pirotécnicos junto al hotel donde se encontraba la delegación ecuatoriana con el fin de perturbar su descanso y durante el partido apuntaron con un láser a varios jugadores del equipo azucena.
La presión psicológica “puede llevar a los deportistas al desastre”. A esa conclusión llegó el II Congreso Internacional de la Actividad Física y el Deporte que se realizó a mediados de 2009 en Madrid, España.
Psicólogos deportivos determinaron que este tipo de presión puede ser tan fuerte “que produce un condicionamiento psíquico en la conducta de los deportistas”, es decir que fácilmente se disminuye o aumenta su rendimiento.
Según el psicólogo deportivo Eduardo Tigua, “la presión aparece cuando la realidad se va a modificar de modo significativo y el sujeto (los deportistas) tiene una responsabilidad directa en el desenlace de esa situación”.
Los deportistas a lo largo de su carrera desarrollan lo que en la psicología deportiva se llama los “umbrales” o conocidos como los niveles de presión psicológica.
Los deportistas que con poca presión se desconfiguran emocionalmente “tienen un umbral corto”, según Tigua. Esta patología produce complicaciones psicosomáticas. Es decir que se manifiestan a través de dolores de estómago, dificultades para conciliar el sueño, nerviosismo, dolores de cabeza y ansiedad.
Los atletas que tienen un umbral alto, son más tolerantes a la presión y “se agarran de ella para fortalecerse emocionalmente. Aumentan su eficiencia y mantienen la serenidad suficiente para definir los partidos en los momentos más críticos y difíciles” (una final o un partido de clasificación), dice el informe del II Congreso Internacional de la Actividad Física y el Deporte.