William Sánchez Aveiga
Con un golpe en la boca del concejal Octavio Villacreses se despidió el concejal Vicente Arroba, demostrando su incapacidad de tolerancia, su cavernícola violencia y su falta de valores para ocupar un cargo público donde está obligado a respetar a la ciudadanía y a sus compañeros, de cualquier tienda política que fuesen.
Lamentablemente, estas prácticas agresivas siguen dándose en nuestra política y no son exclusividad de nadie, pues en cualquier partido político se pueden encontrar individuos que avergüenzan a quienes representan.
Celebro que Octavio Villacreses no haya respondido el golpe, pues así queda claro que no hubo una pelea sino una simple y vulgar agresión física, pero más allá del lamentable hecho, es necesario reflexionar que, en gran medida, esto es fruto de la violencia verbal que diversos actores políticos manifiestan a diario.
Su mal ejemplo emana desde los principales mandatarios del Gobierno central y seccional, quienes están convencidos que la mejor forma de hacer política y mantener su popularidad es agredirse constantemente con insultos y calumnias que van desde ‘care tuco’ para arriba.
La ciudadanía debe repudiar estas malas prácticas, vengan de donde vengan, sin odios ni fanatismos, para que quienes han recibido el encargo de la administración pública entiendan que nos deben respeto y servicio, y que sus acciones marcan la pauta a seguir por los demás funcionarios. Mi solidaridad, en este momento, para el concejal Villacreses, de País.