En la calle Lizardo Ruiz (Cotocollao) se registró ayer venta informal y aglomeraciones. Indigentes consumían licor. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Cientos de personas caminan en medio de la aglomeración esquivando la ropa colocada en el piso y a los ambulantes que muestran sus productos. Los vendedores gritan para atraer clientes mientras en la esquina, una mujer con un balde vende librillo al aire libre.
Así se vive el día 21 del semáforo amarillo en el bulevar de Cotocollao, en el norte de Quito. En la parada de buses de la calle Lizardo Ruiz nadie respeta la distancia y en la plaza, al pie de la iglesia, un par de indigentes duerme junto a los árboles sin ninguna protección.
A unos metros de allí, dos hombres sentados en el césped beben de una botella. Los vendedores cuentan que en el sector hay 10 alcohólicos.
Lo mismo ocurre en la calle Abdón Calderón, en San Roque, donde casi un millar de personas caminan cargando canastos, se rozan entre ellas y consumen alimentos en medio de la multitud. Se ve niños, lactantes y adultos mayores.
Las aglomeraciones en diez sectores se intensificaron desde que la capital pasó a semáforo amarillo, el 3 de junio, tras 78 días de confinamiento. Asimismo el consumo de licor.
César Díaz, secretario de Seguridad, dice que los puntos conflictivos están en San Roque, Chiriyacu, Las Cuadras, el Mayorista, La Ofelia, Calderón, Martha Bucaram, Guamaní, Cotocollao y el Comité. Allí los operativos son frecuentes.
Informa que en la capital se han realizado 1 370 operativos desde que se inició la pandemia, para controlar el buen uso del espacio púbico, uso de mascarilla y distanciamiento. Además, realizan visitas a las parroquias con más contagios.
Tanto en Cotocollao como en San Roque, agentes metropolitanos recorrían ayer el sector y sugerían a las personas guardar las distancias, pero el tumulto persistía.
Díaz explica que en San Roque, por ejemplo, hay comerciantes formales que trabajan con seguridad, pero hay informales infiltrados, por lo que los equipos no pueden entrar y dispersar a todos.
“Es gente que necesita trabajar y varios cuentan con permisos; lo que hacemos es exigir seguridad. La agencia de comercio está en diálogos con los vendedores para reubicarlos”. La AMC ha retirado 5 341 informales por no cumplir con las medidas sanitarias.
Juan Zapata, director del ECU 911, señala que hay dos situaciones preocupantes en la capital: los hacinamientos y el consumo de licor. Pichincha es la provincia que más aglomeraciones registra con 7 416 alertas, desde el 12 de marzo, y 11 390 relacionadas con licor.
Díaz explica que para evitar el consumo de alcohol se han hecho operativos en lugares clandestinos que expenden esas bebidas y campañas de concientización. Tienen desplegados 3 000 agentes entre Policía Metropolitana, AMT y AMC, pero es clave, dice Díaz, la colaboración de la gente.
La entidad autorizada para controlar el consumo de licor en el espacio público es el Municipio. Hasta la fecha se ha sancionado a 133 personas por libar en el espacio público.
No obstante, el decreto presidencial permite a la Intendencia colaborar en el control.
Desde el viernes 12 de junio hasta el domingo pasado se hicieron 250 operativos para controlar consumo de licor. La intendenta de Pichincha, Daniela Valarezo, explica que como resultado siete locales fueron clausurados. Acudieron a 20 casas donde se realizaban fiestas. En esos casos, se sancionó al dueño de la vivienda con USD 100 de multa. Y si es reincidente paga 396 .
Desde el 18 de marzo, la Intendencia ha realizado 3 242 operativos para controlar tiendas, licorerías, supermercados, parques, ferias, mercados, canchas, bares y verificar que cumplan con la normativa.
Según Valarezo, hasta el momento han sancionado a 88 locales por incumplir: 49 fueron clausurados y 39, suspendidos. Desde que empezó el semáforo amarillo se realizaron 12 sanciones a centros de diversión nocturna, karaokes, clubes y discotecas que abrieron sin autorización.
Alerto Narváez, epidemiólogo y profesor de la U. Central, explica que el virus es altamente transmisible. Con la respiración, al hablar, toser y estornudar es suficiente para llenar el ambiente cerrado con carga viral que puede infectar aunque se use mascarilla. Incluso en lugares abiertos se vuelve contagioso si la gente no respeta la distancia. “Si siguen las aglomeraciones un nuevo pico empezaría entre julio y septiembre”.
La única alternativa -dice- es hacer una búsqueda activa de casos, vivienda por vivienda, y apoyar a las familias que dan positivo y que deben guardar aislamiento. “La gente pobre contagiada no se queda en la casa porque necesita comer”.
Aconseja hacer la búsqueda principalmente en las 27 parroquias que albergan al 87% de los casos. Para poder llevar a cabo ese proyecto, se requieren USD 600 000, y en tres meses, asegura, se podría reducir la transmisión.
EL COMERCIO
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