Afiliados superan secuelas del covid con puro ejercicio

Cristina Nono estuvo 15 días en UCI por covid-19 y empezó su tratamiento el jueves. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

De la pared cuelga un televisor. El fisiatra Paúl Cadena lo enciende, mientras le pide a Cristina Nono que suba a la caminadora.

En la pantalla aparece la imagen en movimiento de un largo trayecto de tierra. El médico enciende la máquina a 1,2 kilómetros por hora y la paciente empieza a caminar. Su mirada se fija en ese sendero, que ella parece recorrer.

Así, la persona siente que puede avanzar, dice el fisiatra, quien recibe a sobrevivientes del covid-19 como Cristina, en la Clínica de Rehabilitación Cardiometabólica, que se implementó en el Centro de Especialidades Eloy Alfaro, ubicado junto al Mercado Mayorista, en el sur de Quito.

A la primera velocidad, la saturación de oxígeno en la sangre de Cristina es de 89, que es baja para sus 40 años, ya que debería ser superior a 95, explica el médico. La frecuencia cardíaca es de 82. Con los parámetros de la primera sesión se miden la fuerza y la potencia aeróbica y anaeróbica. Tras la revisión de los resultados se crea un programa individual.

Lo que se busca es que personas como Cristina continúen sus vidas sin las secuelas que les dejó el covid-19. El dolor de espalda, dorsolumbar y de las piernas -afirma- son parte de su vida diaria desde que volvió a casa tras dos días en hospitalización y 15 en una unidad de cuidados intensivos (UCI).

Desde que fue diagnosticada, el 19 de enero pasado, Cristina cuenta que su condición se agravó rápidamente. Fue hospitalizada el 21 de ese mes, cuando su último hijo tenía 3 meses de nacido; y dos días después fue ingresada a UCI.

Mientras la madre de cuatro hijos relata cómo vivió su enfermedad, el médico aumenta la velocidad en la caminadora.

A dos kilómetros por hora, la frecuencia cardíaca sube a 104 y la saturación, a 91.

Está agitada, pero continúa el paso, mientras Cadena explica que se trata de un nivel elevado de latidos por minuto, ya que la frecuencia normal de un adulto es máximo 100, a la velocidad habitual en la que se camina, que es de hasta 4 kilómetros por hora. “El covid nos deja una secuela pulmonar sumamente importante”.

Desde junio, en esta clínica del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) han atendido a más de 200 afiliados. Se busca aportar en su recuperación, con tres sesiones semanales durante tres meses.

El tratamiento va de la mano con las áreas de nutrición y de psicología. El fisiatra Cadena señala que ganar también en salud mental es un estímulo, para que los pacientes acudan.

La idea fue suya, ya que también vivió las consecuencias de la enfermedad en junio del 2020. “Era deportista. Pasé tres semanas en cama y me costó retomar las carreras”.

Por eso busca que sobre todo las personas que estuvieron hospitalizadas por largos períodos recuperen la funcionalidad de su cuerpo, luego de la atrofia muscular que este empieza a experimentar tras una semana sin movimiento.

“No buscamos que se vuelvan atletas de élite, pero sí que tengan una vida normal”. Luego de 17 minutos y medio, Cristina alcanza una velocidad de 6 kilómetros por hora y sus latidos llegan a 140 por minuto. El médico determina que ese es el límite al que llegará con la afiliada.

En cada sesión de una hora -dice- los pacientes deben completar de 35 a 40 minutos en la caminadora. Otros ejercicios se programan en citas posteriores, ya que sirven para fortalecer y definir músculos.

Por ser su primera sesión, Cristina termina después del tiempo indicado en esa máquina. Se sienta y relata que tiene amplias expectativas de recuperar su vida anterior.

“Ahora me canso rápido mientras hago un tarea doméstica, tengo que sentarme y solo quiero dormir. Mis hijos me dicen ‘¿mami, cuándo vas a volver a ser como antes?’. Ya no puedo jugar con ellos”.

La Clínica de Rehabilitación cuenta con otros equipos como el TRX, que es un sistema de entrenamiento basado en ejercicios de suspensión. Con más elementos como el balón y la cuerda de tonificación también se aprovecha el propio peso corporal para trabajar los grupos musculares.

Esto ya lo practica María José Garzón, luego de tres meses de rehabilitación. Guiada por el fisiatra, la joven de 31 años toma las cintas del TRX y se impulsa hacia atrás.

Ella se contagió en octubre del 2020 y asegura que el dolor de espalda apenas empieza a disminuir ahora. Su respiración ya es normal, por lo que cree que los ejercicios que ha realizado en el centro del IESS han sido de gran ayuda.

“Al subir a mi casa, en el tercer piso me ahogaba”. Lo mismo -relata- le sucedía mientras atendía por teleconsulta a sus pacientes. Es psicóloga.

Luego del TRX, María José toma los cabos de crossfit y los mueve de un lado al otro. Con eso, detalla el médico, gana fuerza en sus brazos. Sigue el balón terapéutico. Lo toma con ambas manos y flexiona sus rodillas. “Tras un año, espero recuperarme al fin”.

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