Redacción Guayaquil
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A las 05:00 de ayer, María Maenza aún dormía. Estaba acostada en un estrecho colchón sobre una losa de cemento junto a su esposo. 28 horas después del incendio, que acabó con su vivienda, de construcción mixta, en la Cooperativa Esmeraldas Chiquito, el viento soplaba fuerte en la madrugada y estaba cargado con un olor a quemado.
Maenza tiene una discapacidad en las piernas. El ruido de un vehículo la despertó, mientras a su lado estaba una silla de ruedas, lo único que le quedó de sus pertenencias. A la intemperie, seis de sus vecinos, envueltos entre colchas donadas, dos en cada colchón, aún dormían.
El panorama que vislumbró María, cuando despertó por completo fue desolador. Su casa era ahora solo una losa. Las construcciones de sus vecinos ya no estaban. Aún en esas circunstancias no dejó de lado el humor y dijo “dormí lindo al sentir más la brisa del Estado Salado”.
Frente a ellos, los Nazareno ya estaban despiertos. Eran 15 personas, entre ellos seis niños, todos originarios de Esmeraldas, que durmieron cobijados en tres paredes de caña que se libraron de las llamas. Eran hermanos, primos y sobrinos.
“Dormimos poco, un par de horas”, comentó Patricio Nazareno cubierto por un toldo blanco. Adentro aún dormía la menor de sus cuatro hijas, Analía, de un año y dos meses de edad. Las otras pequeñas están en la Cooperativa Sergio Toral, en el Guasmo, en la casa de uno de sus familiares.
Esa pequeña covacha, en la que se refugió esa numerosa familia, está en el límite de la tierra, a pocos metros de la ribera del estero. Allí aún permanecían los cuerpos de los perros que no lograron salvarse de las llamas y los restos de palos quemados y fierros.
Mientras amaneció, el sol alumbraba a otras familias que también durmieron incómodas para salvaguardar sus terrenos. Son tres cuadras de casas afectadas, en total 106 viviendas y 108 familias, según el censo del Ministerio de Inclusión Social y Económica (MIES).
Carlos Rizzo, durmió con medias, un abrigo y una sábana. Su esposa, Jackeline Villamar, dijo que aunque les ofrecieron llevar a un albergue, ellos prefieren cuidar lo poco que les queda.
Entre ellos aún comentan sobre el incendio. Cuentan que el viernes por la tarde mientras personal del MIES realizaba un censo, hubo personas que se quisieron pasar por dueños de sus casas.
La mayoría de los afectados pernoctó allí la primera noche. Solo 35 personas durmieron en el albergue del MIES, ubicado en Lizardo García y Gómez Rendón.
Por ello, personal de la Infantería de Marina de la Armada realiza rondas de vigilancia. Son 15 uniformados.
“Esto es como lo que sucede en la película 2012, como si todo hubiese sido borrado”, dijo Villamar. En efecto, hay terrenos desolados, donde solo queda la tierra porque la mayoría de casas era de caña. Todo fue consumido por las llamas la madrugada del viernes por causas aún determinadas por el Cuerpo de Bomberos.
A las 06:00 otros afectados empezaron a levantarse. Algunos desayunaban cola y galletas. José Vera se lavó los dientes frente al Estero Salado. Con los ojos hinchados recordó que las llamas eran más grandes que su casa. A esa misma hora el resto de familias afectadas, que durmieron en el albergue del MIES, llegó de nuevo a Esmeraldas Chiquito.