En el Aeropuerto Mariscal Sucre de Quito, los familiares llegan a despedir a sus familiares que van a Estados Unidos. Foto: EL COMERCIO
La mujer se cambia de ropa en el estacionamiento del Aeropuerto Mariscal Sucre de Quito. Se pone zapatos de taco, pantalón jean y una chaqueta amarilla. La blusa y falda las dejó en una funda. Otro joven se quita un pantalón de calentador y lo cambia por uno de pana.
Los familiares de los chicos hablan entre ellos del viaje que los jóvenes harían hacia México y cómo pasarían de forma ilegal la frontera a Estados Unidos.
La escena se registró la noche del lunes 16 de marzo del 2021. Los jóvenes llegan a las 22:20 en compañía de 17 familiares en dos vehículos. Son oriundos de Pasa, una comunidad indígena en Tungurahua. Unos llegan en una furgoneta y el resto lo hace en una camioneta que incluso tenía cobijas en el balde. Sobre ellas descansan niños y adolescentes.
Ambos jóvenes que se cambiaron la ropa en el estacionamiento toman en brazos a una bebé y caminan hacia la sala de Salida Internacional. Cada uno carga una maleta pequeña de mano. Atrás de ellos están sus familiares. En el camino se toman fotos con el letrero que dice “Aeropuerto Mariscal Sucre”.
A la terminal área también llega una familia de Alausí, desde Chimborazo. Las mujeres y los hombres usan botas de caucho, ponchos y sombreros. Preguntan cómo llegar al caunter de la aerolínea. Siete jóvenes, vestidos con jean, chaquetas y zapatos nuevos van con maletas pequeñas. Ellos dicen que van de turismo a México. Tienen entre 18 y 30 años.
Los siete hacen fila. Al llegar al mostrador dan sus datos y pesan las maletas. Uno de ellos regresa tras recibir el ticket de embarque.
Cuatro mujeres con una niña en brazos se acercan y lo abrazan. Se despiden. La niña le dice papá. Él se aleja poco a poco y desaparece al entrar en la sala en donde revisan los equipajes. La gente llora.
Al preguntarles, a dónde van los siete jóvenes, las mujeres que llegaron para dejarles en el aeropuerto caminan rápidamente hacia la puerta de salida. “No podemos hablar de eso”, dicen. Luego entre ellas empiezan a hablar en quichua.
Antes de ingresar a la zona de embarque, los viajeros ecuatorianos que buscan llegar a México se cambian de ropa y se colocan prendas nuevas. Foto: EL COMERCIO
Al hall del aeropuerto arriba otra familia. Es de Colta, en Chimborazo. Un hombre de 65 años dice que nunca había estado ahí y asegura que cuatro jóvenes y tres niños se van a Estados Unidos tras llegar primero a México.
Una mujer se acerca bruscamente desde una esquina del aeropuerto y le llama la atención. “Ya cállate”, le dice. Le obliga al hombre a retirarse. La mujer, quien no llevaba maletas, se queda cerca del grupo, vigilando a su alrededor.
Las investigaciones dicen que hay ecuatorianos que son llevados por los coyoteros y que estos se aprovechan que desde l 2018 hasta México no hace falta una visa, sino solo un pasaporte.
Pero desde esa nación, los coyoteros los llevan por rutas clandestinas.
Los agentes aseguran que los traficantes les instruyen para que vayan con ropa y maletas nuevas. Así buscan que Migración no sospeche que la intención es cruzar a Estados Unidos. México puede negar la entrada a los ecuatorianos si es que observan que no realizarán turismo, sino que prevén migrar de manera irregular.
Los familiares despiden a los viajeros en la Termina aérea. Ellos prefieren no hablar con otras personas, cuando se les consulta sobre el lugar del destino de sus seres queridos. Foto: EL COMERCIO
En el aeropuerto se siente tensión. Los viajeros y familiares intentan no hablar. Al preguntarles por información evaden la mirada. Observan sus celulares, dicen que no saben nada. Muy pocos dan detalles y solo cuando son sorprendidos con preguntas directas. Hay otros que hablan en quichua para comunicarse.
Cerca de la medianoche aparece un hombre de contextura gruesa. Usa chaqueta para el frío y habla sin restricciones. “Tú, ponte acá”, le indica a un viajero. “Ya sabes lo que tienes que decir cuando llegues a México”, dice. Ingresa una y otra vez con pasajeros y los pone en la fila para el chequeo de maletas.
El hombre se pone serio cuando alguien lo observa. Cuando él da una señal, dos personas que están en otras zonas de la sala, se acercan y caminan a lado de otro ciudadano que les resulta molesto. Lo miran y dicen: tú, ¿qué estás preguntando? No son policías ni funcionarios del aeropuerto.
El trajín disminuye cerca de las 01:00. Los viajeros pasan a las salas de embarque. Los familiares descansan en el piso o en las bancas del hall. Todo termina cuando el avión despega a las 02:00.