La torre de control del aeropuerto de Quito cuenta con una cimentación de 41 metros de diámetro y de dos metros de espesor para garantizar que resista un terremoto. Foto: Archivo EL COMERCIO
Fue construido para resistir un sismo de hasta 9 grados en la escala de Richter. No hay un solo espacio en el aeropuerto internacional Mariscal Sucre que no haya sido edificado de manera reforzada.
Los 50 000 m2 de la terminal aérea, los hangares de Tame, la Aviación General, el edificio de la Policía Nacional, de Bomberos y la torre de control tienen cualidades estructurales que sobrepasan los exigidos por los estándares de construcción nacional.
La terminal aérea de Quito se mudó a Tababela hace tres años y medio. Esa parroquia ubicada en el nororiente es vecina cercana de Puembo, donde se situó el epicentro de los dos últimos sismos de más de 4.6 grados que sacudieron a la capital, con algunos daños.
La incertidumbre cobra fuerza al saber que el aeropuerto está cerca al sistema de fallas que atraviesa la capital y que en el último mes ha provocado más sismos que los registrados en los últimos dos años.
El diseño estructural de la terminal de pasajeros hace que sus usuarios puedan estar tranquilos. Los planos están cargados de innumerables cálculos y términos inentendibles para la mayoría de la población, pero que reflejan el alto nivel de resistencia sísmica con el que fue construido.
“La configuración de la cimentación son zapatas corridas, interconectadas con vigas en las cuales se apoyan las columnas y transmiten la carga de las losas macizas”, explica uno de los ingenieros del aeropuerto, lo que en lenguaje sencillo quiere decir que la base de las columnas tienen como raíces que se unen con las de la columna siguiente y arman una malla bajo tierra. Así, si hay un sismo se evita que las columnas se muevan por separado y les da rigidez para mantener intacta la estructura.
No solo los elementos estructurales tienen resistencia sismorresistente. Luis Galárraga, gerente de comunicación de Quiport (entidad responsable de la construcción) explica que incluso la mampostería tiene resistencia superior a la habitual.
En la construcción del aeropuerto se emplearon bloques especiales, de mayor tamaño y resistencia que los normales que fueron diseñados exclusivamente para la terminal.
Estas paredes son distintas a los muros de una edificación común: cuenta con una gran malla de hierro dentro de la pared, lo que le da más estabilidad (ver infografía).
En una edificación común, un sismo puede hacer que los bloques se despeguen y caigan, tal como se ha visto en varias casas del sur y norte de Quito. En la terminal, cada bloque fue rellenado con concreto. “Se necesitaría dinamita para tumbar un muro de estos”, dice entre risas Galárraga.
La unión entre las paredes y la losa tiene también su particularidad. No está unida directamente la una con la otra. En este caso se colocó una placa que está conectada a la viga y cuenta con un sello de un material especial que le permite expandirse dependiendo del movimiento. Así, no se fisura.
Hasta el subsuelo fue hecho con muros de hormigón armado reforzado con varillas.
La terminal fue construida en cuatro grandes bloques. Cada uno de los módulos tiene autonomía estructural lo que le da flexibilidad a cada bloque para que no se fisure. Entre cada losa se colocó una especie de caucho que las separa y ayuda a que no estén rígidas y puedan moverse sin chocarse.
Las tuberías están diseñadas para que se puedan mover sin romperse.
El puente de acceso vehicular a la terminal es también particular. No está fundido con las 16 columnas que lo sostienen, sino que está asentado sobre ellas. Cuenta con apoyos que permiten que el puente se mueva en caso de un sismo o de fuertes corrientes de viento.
La clave, explica Galárraga, fue que el aeropuerto fue pensado desde su diseño para que sea sismorresistente. En caso de una catástrofe, la ayuda debería ingresar por esta vía.
La torre de control tiene 41 metros de alto y tiene un diámetro de 7,3 metros. Para garantizar que resista un terremoto, cuenta con una cimentación de 41 metros de diámetro y de dos metros de espesor.
Todo el hormigón que se utilizó pasaba por una prueba de resistencia realizada por el laboratorio de la U. Católica. Se tomaban muestras de hormigón y se armaban unos cilindros que eran sometidos a grandes presiones para ver hasta qué presión resistían sin romperse. Solo si el hormigón pasaba la prueba era utilizado.
Para su construcción se movieron cerca de 11 millones de m3 de tierra y se compactó al 98% para que tenga la resistencia necesaria. Pese a toda la obra y a la seguridad, explica Galárraga, nada puede garantizar que en caso de catástrofe no se registren novedades.
En contexto
El aeropuerto Mariscal Sucre cuenta con un plan de evacuación en caso de movimientos telúricos. En los últimos dos años se ha activado en dos ocasiones; los pasajeros fueron llevados a dos zonas seguras en la parte de la pista y de los parqueaderos.