Redacción Quito
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‘¿Alguno de ustedes ha volado antes?”, preguntó el Hidrobiólogo Inti Arcos, a un grupo de visitantes que llegó el jueves pasado a
Tucanopy, en la parroquia de Nanegalito. Al no obtener respuesta, se colgó de un cable de acero que cruzaba sobre las copas de los árboles de esta zona.
Los precios
Nanegalito tiene 3 900 habitantes, está en el km 55 de la carretera Calacalí-La Independencia, a una hora de Quito. Su clima es templado y húmedo.
En Tucanopy, el costo por persona es de USD15. Incluye charla, equipo y una bebida al final del trayecto de 2 250 m.
En El Paraíso del Pescador , el precio para subirse al teleférico es de USD 3 por persona y USD 1,50 para niños menores de 11 años.
Los precios de comida rodean los USD 3 por persona.
Desapareció. Solo se escuchaba el ruido de la fricción de la polea con el cable hasta que de pronto cesó; había llegado a la estación número dos, 400 metros hacia abajo. Aquella era una de las seis líneas que la familia de Arcos construyó en medio de esta reserva ecológica para ‘volar’.
De acuerdo con el peso de cada persona, se pueden alcanzar velocidades que superan los 60 kilómetros por hora. Este atractivo es denominado Tucanopy y está a 15 minutos de la entrada en el kilómetro 63,5 de la vía Calacalí-La Independencia.
Antes de subir a las líneas, los guías colocan a cada aventurero arnés, casco y guantes de cuero. Enseguida dan una breve clase sobre cómo se debe utilizar el freno y medidas de precaución. “Han volado hasta señoras de 87 años”, dice Margarita Torres, la madre de Arcos.
Según Inti Arcos, el objetivo -aparte de la adrenalina que provoca montarse en las líneas- es que el visitante haga “un conocimiento lúdico del lugar” y, por consiguiente, que “salgan sensibilizados frente al cuidado medioambiental”.
En cada estación los guías explican acerca de la flora y la fauna del sitio. Por ejemplo, en la primera estación se comenta que el bosque produce agua, porque todas las nubes que se forman en el océano Pacífico llegan a este punto, donde se alza la cordillera andina y chocan con el bosque; se condensan y cae agua…
De repente Arcos interrumpió lo que decía al oír el canto de un pájaro. “¿Escucharon eso?”, preguntó. “Es un quetzal, el pájaro sagrado de los mayas, aquí lo conocemos como guajalitas”. Hizo un ademán con el dedo índice para que los visitantes hicieran silencio, después alzó la mano y apuntó a la copa de un árbol. Dos pájaros de pecho rojo y espalda verde azulada volaban hacia una palma de cera.
Pero el Tucanopy es solo parte de la aventura. En el km 52 de la carretera comienza un camino de tierra que llega hasta Nono, en las faldas del Guagua Pichincha. Es carrozable y ofrece paisajes cambiantes entre vegetación de altitud y tropical.
En este camino, se encuentra El Paraíso del Pescador. Según su administrador, Walter Ubidia, el atractivo principal es la pesca deportiva de truchas. Sin embargo, “para atraer clientes se construyó un teleférico”.
William Córdoba llegó el jueves junto con su familia desde La Joya de los Sachas, en Orellana. Después de pescar seis truchas, sacó su cámara fotográfica para registrar el recuerdo de sus acompañantes en el teleférico.
“Ojalá que sea seguro”, decía Verónica Vera. Entonces Juan Carlos Cañarte, el encargado del manejo de la atracción, encendió el motor, aceleró y Vera empezó a reír de los nervios. Se alejaron lentamente, siete minutos después llegaron al final, en una colina de bosque primario.
Construido con un motor de automóvil, el teleférico sube a los visitantes 460 metros; son coches individuales al aire libre.
Los pies van colgados en el aire. El recorrido dura un kilómetro, hasta una base donde hay senderos y miradores y se puede observar aves y epifitos. Al regresar, Katia Córdoba estaba sorprendida por lo que vivió. “Es una experiencia única, se puede apreciar la diversidad de Ecuador”.
Nanegalito es una parroquia del noroccidente de Quito. Se ubica donde la cordillera de los Andes abandona los páramos para dar paso a empinadas aristas cubiertas de bosques nublosos. Al kilómetro 55 de la carretera Calacalí- La Independencia se levanta este caserío que fue fundado en 1952.
Además de los atractivos de aventura, la parroquia cuenta con algunas reservas ecológicas, agroturismo y comida típica como el cebiche de palmito.
Juan Lascano, el presidente de la Junta Parroquial, asegura que la ventaja de Nanegalito es que “la gente de Quito puede venir por la mañana, pasar un día increíble, y por la tarde estar de vuelta en sus hogares”.