La historia del régimen constitucional de los Estados -dice Adolfo Posada- nos demuestra la supervivencia agresiva de tendencias hacia el “absolutismo del poder político”. Por eso, la afirmación de los valores democráticos de una sociedad exige una lucha permanente para defender y fortalecer los derechos y libertades frente a la acumulación de poderes en manos de la autoridad.
En sus lecciones sobre Historia de la Civilización el profesor Eugen Weber recuerda que la Roma alcanzó las cumbres de la civilidad porque celebraba y auspiciaba las virtudes ciudadanas. Las autoridades respetaban las instituciones y la ley; practicaban la “pietá”, que es el aprecio por las tradiciones; honraban la “fides”, lealtad con las propias responsabilidades; creían en la “religio”, principios comunes que a todos vinculaban; y actuaban con “gravitas”, esa sobriedad propia de verdaderos hombres de Estado.
Roma exigía que sus gobernantes observaran una conducta seria y digna, acorde con la importancia de su cargo. Cuando estas virtudes se perdieron y el Senado dejó de ejercer juiciosamente sus facultades de control, la voluntad del gobierno se impuso.
Los días de la República estaban contados porque el poder de la ley cedió su lugar al poder de los gobernantes.
La acumulación de poderes en la autoridad origina un proceso que se alimenta de sus propios excesos. Mientras más poderes se asumen, más facultades se exigen. Se busca controlar todo, descalificar toda opinión distinta y fabricar leyes punitivas. Es la historia de todos los autoritarismos, que corre paralela a la historia de las desventuras para las libertades y los derechos humanos.
Cuando el poder de los hombres reemplaza al poder de las leyes surge la creencia en el carácter mesiánico de los líderes, quienes se consideran predestinados para cumplir una misión.
Creen que la alternabilidad en el ejercicio del poder conspira contra los intereses de la colectividad, que solo ellos conocen y encarnan.
Así surge su desesperado deseo de buscar reelecciones para simular con aparente apego a la ley su voluntad de gobernar indefinidamente.
Escuchemos a Juan Moltalvo en carta a García Moreno: “El acierto está en la moderación… Cuánto más mérito hay en dominarse a sí mismo que en dominar a los demás. El que triunfa de sus pasiones ha triunfado de sus enemigos: virtudes, virtudes ha menester el que gobierna, no cólera ni fuerza. La energía es necesaria, sin la menor duda; pero en exceso y a todo propósito, ¿qué viene a ser sino tiranía?”.
Al comenzar el 2010 vale recordar las lecciones de la historia y confrontarlas con las ambiciones de poder de algunos gobernantes de nuestra América que atentan contra la democracia al buscar prolongarse en el mando.