Que ningún país esté satisfecho con los acuerdos logrados en la reunión de Copenhague confirma lo que muchos temían: la enorme expectativa que generó la cumbre climática quedaría solamente en promesas.
Si bien se acordó limitar el calentamiento global en dos grados Celsius, no se decidieron temas cruciales como, por ejemplo, los objetivos de reducción de emisiones para 2010. Recién en enero próximo se intentará precisar estos objetivos, mientras se anuncia una nueva cumbre dentro de seis meses en Alemania para “tratar de avanzar en lo logrado”.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, decepcionó a quienes esperaban de él una mayor voluntad política como líder de uno de los países que más contribuye al calentamiento global y que poco esfuerzo ha hecho por disminuir las emisiones.
El propio Obama admitió que “el acuerdo es insuficiente y no será legalmente vinculante”, pese a que días antes había advertido que “se nos agota el tiempo y debe haber acciones por parte de todos”.
Si bien el pacto aporta mecanismos para supervisar y verificar los recortes de emisiones en los países en desarrollo, ha quedado claro que sus objetivos son muchísimo menos ambiciosos de lo que esperaban inicialmente quienes trabajan por defender la ecología.
“No es el acuerdo que esperábamos pero al menos nos permitirá salvar algo y seguir negociando el año próximo las cifras que no han podido cerrarse”, explicó en Copenhague el embajador brasileño Sergio Serra, quien no ocultó su pesar por la falta de apertura de las potencias mundiales y su poco compromiso con el futuro ambiental del planeta.