El aumento de motos exige políticas específicas, dice el estudio. Foto: Archivo/ EL TIEMPO, GDA
Las ciudades latinoamericanas no pueden seguir dándole la espalda al fenómeno que amenaza cada vez más con tomarse sus calles: el aumento de la cantidad de motocicletas en las calles.
Alrededor del 50% de ellas se usan para trabajar y la otra mitad, para uso personal. Su crecimiento ha sido tal que, incluso, se le ve como la verdadera competencia del transporte público, puesto que el 79% de los motociclistas se bajaron de los buses para subirse a la moto.
Así lo señala el informe ‘La motocicleta en América Latina’, liderado por el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) y del que participó como autor Carlos Felipe Pardo de la fundación Despacio.
El estudio, que será presentado el próximo 2 de julio, comparó cinco ciudades de la región -Bogotá, Barranquilla (Colombia), Buenos Aires (Argentina), Caracas (Venezuela) y São Paulo (Brasil)- para establecer las causas, orientar políticas públicas y mitigar los impactos negativos del uso de este medio de transporte.
¿Por qué, a juicio de la CAF, las motos deben convertirse en un punto relevante en la agenda de los alcaldes de la región? La principal razón son los altos índices de accidentalidad de este modo de transporte, que también es el que más muertos pone en las vías.
Solo en Colombia, el 44% de los fallecimientos de este tipo se le achacan a choques en los que uno de estos vehículos están involucrados. Esto corresponde a 3,6 fallecidos por cada
100 000, la tasa más alta de la región.
Sigue Brasil, con una tasa de 2,9 por cada 100 000 habitantes y luego Paraguay, con 2,5. Los más afectados son los hombres jóvenes.
Según la investigación, que incluyó encuestas a habitantes de las cinco ciudades, los usuarios de este modo de transporte reconocen poco su responsabilidad en esas cifras. Pese a que aceptaron comportamientos imprudentes como sobrepasos arriesgados y zigzagueos, “fue interesante ver cómo se indicaba que eran otros usuarios quienes eran imprudentes”, dice el estudio. Y, pese a que son conscientes de su peligrosidad, no desisten de su uso.
El trabajo también detectó que, según los motociclistas encuestados, son los conductores del transporte público con quienes tienen mayores fricciones, lo que desencadena comportamientos agresivos.
La moto como oficina
El auge de las motos como un medio de trabajo (mensajería, domicilios, transporte) ya evidencia una diferencia con respecto a quienes la tienen solo con el fin de movilizarse.
Los últimos sufren menos accidentes: cifras oficiales de las cinco ciudades estudiadas demuestran que en Barranquilla, el 31% de los conductores involucrados en un siniestro sufrió lesiones; en Bogotá, el 36%; en Buenos Aires, el 62; en Caracas, el 59 y en São Paulo, el 74%.
Aunque la diferencia de estos datos con los de quienes ven en su vehículo una especie de oficina es leve, demuestra consistencia: el 41% de los accidentados resultó lesionado en Barranquilla; el 59, en Bogotá; el 58, en Buenos Aires; el 69, en Caracas, y el 77% en São Paulo.
Esto se explica, principalmente, porque “entre los usuarios que tienen motocicletas como herramientas de trabajo, las exigencias laborales y estructura de remuneración generan incentivos para el comportamiento riesgoso”, añade el documento.
Así, zigzaguean más, sienten más presión para llegar a tiempo, conducen con exceso de velocidad e incurren en maniobras que los ponen en riesgo a ellos y a otros actores en vía.
Ambiente, la otra cara
Cuando las personas se bajan del bus o del carro para escoger una moto y así evitar el trancón, se afecta la calidad del aire.
Una de las prioridades de los alcaldes debería ser, según el informe de la CAF, disminuir su impacto ambiental, principalmente, buscando estrategias para reducir el uso de motos de dos tiempos (motores más rudimentarios con altas emisiones de gases y por ello, más económicos), e incentivar el uso de catalizadores para controlar las emisiones tóxicas.
No obstante, el estudio reconoce que una de las ventajas en la muestra estudiada es que gran parte de estos vehículos es relativamente nuevo, lo que garantiza mejores tecnologías que reducen el impacto en el medioambiente.
¿Por qué aumenta su uso?
No hay una sola razón que explique el incremento en el número de motos en las ciudades latinoamericanas. Según los autores del estudio, esas razones pueden ser también las claves para que los gobiernos locales generen políticas que moderen su uso y las hagan seguras.
1. El ingreso per cápita de los ciudadanos mejoró.
2. Moto vs. automóvil: el bajo costo de la primera, la hace más accesible.
3. Fallas en el transporte público: mala calidad del servicio y de su cobertura, alto costo y congestión vial.
4. Modo de trabajo: La facilidad para que la moto sea productiva y ahorre tiempos de viaje la convierten en una opción.
5. Estatus social: tener vehículo demuestra una buena situación económica.
6. Entorno social: Amigos, familiares y colegas de trabajo influyen en la decisión de compra de un vehículo.
7. Pocos requisitos: la capacitación no es determinante para la venta de motos y emisión de licencias.
Recomendaciones del estudio
Más allá de ver el aumento de motos en las ciudades como una plaga cuya propagación debe evitarse, la CAF hace un llamado para que los alcaldes las tomen en cuenta como un participante inevitable en la movilidad.
La primera medida debe ser desestimular su uso con la implementación de un sistema intermodal y sostenible de transporte público que sea de calidad y los disuada de conducir o comprar vehículo.
Para ello se debe buscar que el costo del pasaje sea razonable y asequible y que las coberturas de las rutas y las frecuencias de los buses les den acceso a cada vez más pasajeros.
La otra solución es de más largo plazo y exige una renovación en las ciudades: hacerlas más densas, para que los viajes de los ciudadanos sean menos largos y que se priorice el transporte público u otros modos más sostenibles sean una opción viable.
Otra de las claves para que las alcaldías tomen en cuenta es que deben fortalecer su capacidad institucional con miras a regular el uso de estos vehículos como herramientas de trabajo, para que se ofrezcan “condiciones sanas y de bienestar para sus conductores”.
Para garantizar la seguridad vial y por ello, la CAF sugiere crear planes específicos para este modo de transporte, mejorar la capacitación de los conductores que hoy es deficiente en las cinco ciudades estudiadas e incluso “contemplar una reglamentación especial para conductores novatos de motocicleta que imponga restricciones que se reducen gradualmente con la experiencia”.
Uno de los retos es cambiar la cultura de los motociclistas que, según los investigadores niegan su protagonismo en la accidentalidad y la achacan a otros actores viales como los carros, peatones y buses, entre otros.
También se recomienda exigir mejores estándares para los cascos que, aunque la mayoría de motociclistas usa, no siempre tienen la calidad que les brinde la suficiente protección.
Incluso se llamó la atención entre la poca diferencia que hoy hay entre motos y ciclas desde que estas últimas comenzaron a usar propulsión eléctrica o de combustible, para generar una reglamentación.