María Victoria Peña recibió el apoyo de su madre; antes de la pandemia solía viajar con frecuencia a la playa.
Unos perdieron las extremidades. Otros pasaron semanas en terapia intensiva. También hay quienes quedaron en coma. Dicen que después de sufrir un accidente de tránsito y afrontar los días más difíciles se levantaron y avanzaron. Hoy dan mensajes de superación y ayudan a otros que están en igual situación.
Este Diario habló con ellos. “No necesité ayuda psicológica, me aferré a mi religión y aquí estoy”, dice Gisela Balarezo. El 14 de agosto del 2006 perdió sus dos piernas luego de que el bus en el que iba de El Oro a Guayaquil chocara con un camión. Sus brazos también se fracturaron. Estuvo tres meses en coma y tenía dificultades para respirar. 15 años después tiene dos niñas y cada semana, desde el 2018, cuenta su historia a conductores infractores y les dice cómo un siniestro puede cambiar la vida.
No está sola en esa tarea. Es parte de un grupo de 20 personas que dan conferencias de prevención de accidentes viales. Todos pertenecen a Asoplejica, una organización que busca mejorar la calidad de vida de quienes quedaron con discapacidad tras un percance.
Gisela Balarezo perdió sus piernas, cuenta su historia y da conferencias de prevención de accidentes viales. Foto: Cortesía
Betsabé Pilaloa es su presidenta. Cuenta que la recuperación es larga. “Son heridas irreversibles, pierden la memoria, tienen que aprender a caminar de nuevo, se enfrentan a cosas duras, como ir al baño acompañados o a usar pañales”.
En Asoplejica saben que en cada caso al menos una persona resulta con heridas graves. De enero a noviembre del año pasado, 15 050 accidentes dejaron 11 574 heridos en el país.
En Guayas y Pichincha trabaja la fundación Corazones en el Cielo. Fernando Rueda está allí. Desde hace dos años usa silla de ruedas tras fracturarse la espalda cuando el bus en el que viajaba de Cuenca a Guayaquil perdió pista.
No quería salir de casa, pero ahora se moviliza en taxi. Poco a poco aprendió a moverse con la silla en la cancha de fútbol. “Hay que seguir con fuerza”.
Eso es lo que también hizo Julio Pimbo. El 5 de septiembre del 2006 su auto se volcó en una vía de Milagro, en Guayas.
Fue trasladado a un hospital y estuvo en terapia intensiva un mes. Al despertar, los doctores le dijeron que tenía fracturada su columna, que no volvería a caminar. “Todo fue difícil, pero no me rendí”.
Fernando Rueda se accidentó en la vía Cuenca-Guayaquil y aprendió a manejar la silla en la cancha de fútbol. Foto: Cortesía
Un año después comenzó a trabajar en el Cuerpo de Bomberos de esa ciudad. Cuatro años monitoreó las llamadas de emergencia. Pero renunció y desde el 2012 tiene su propio criadero de truchas.
Historias como estas se repiten en Guayas. Luego de que fuera arrollada por un vehículo en Samborondón, María Victoria Peña estuvo un año y ocho meses fuera de su trabajo.
Era septiembre del 2016 y el impacto del vehículo le arrebató al instante una de sus piernas. Luego, los médicos le amputaron el otro miembro para salvarle la vida. Cuenta que paulatinamente superó la crisis emocional, se apoyó en su madre y antes de la pandemia viajaba con frecuencia.
El año pasado empezó un tratamiento para caminar con prótesis, pero el covid la limitó.
En Ecuador, peatones, ciclistas, niños y personas de la tercera edad son los más vulnerables a ser víctimas de accidentes de tránsito. Así lo revela una investigación realizada la U. Nacional de Chimborazo.
Roberto Mena, que hace cuatro años fue atropellado en la vía a Puembo, a las afueras de Quito, estuvo internado tres meses en una clínica. La atención le costó USD 25 000.
Estuvo por perder todo, pero asegura que tras recuperarse comenzó a trabajar y es dueño de un local de abarrotes. Así ha educado a sus dos hijas
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Este Diario también conoció el caso de Bolívar Rodríguez. En el 2017 sufrió un siniestro vial en La Ofelia, en el norte capitalino. Un vehículo impactó su moto y perdió movilidad en sus piernas. “Seis meses estuve con depresión, pero mi familia me ayudó mucho”. Un año después volvió a trabajar. Consiguió dos empleos. En la mañana laboraba como asistente de RR.HH. en una empresa y en la noche en un ‘call center’.