Me gustaría poder conversar larga y directamente con ustedes, pero no puedo. Son muy jóvenes aún para acordarse, pero esta consulta es distinta a las anteriores. Estamos escogiendo entre un sistema político con controles democráticos y otro profundamente concentrador y anti-democrático. Esta consulta remueve lo más profundo de los principios básicos sobre los cuales todos luchamos por un mejor país. ¿La mejor forma de justicia es aquella que está concentrada en un solo individuo o aquella que nace del ejercicio pleno de los ciudadanos y del control de varias funciones del Estado en forma independiente? ¿Nuestra libertad debe ser plena o limitada? ¿Hay que convencer o castigar a la hora de hacer políticas públicas? Si nos contestamos estas preguntas éticas la opción aparece clara. Y para mí la respuesta a todas ellas apunta a un sencillo NO.
Los acontecimientos de las últimas semanas han ofrecido pruebas contundentes sobre los temas de justicia. Un ciudadano común, que no es abogado, solo necesita saber dos cosas para vivir tranquilo. Uno, que nadie puede encarcelarlo sin saber cuál ha sido su delito. Dos, que su culpabilidad debe ser probada “más allá de toda duda razonable”. Es decir la justicia solo puede condenar a un individuo si existe la absoluta certeza -ni una duda de por medio- de que el ciudadano en cuestión cometió un delito. Sabiéndolo, todos los ciudadanos deberíamos caminar tranquilos, pero eso ya no pasa en el país. Personas han ido presas hasta por gritar ¡No! ó hacer una mala seña. Pero eso es lo de menos. La mayor prueba de que no debemos otorgar más poder a un gobierno en el tema de justicia es el caso del coronel Carrión. Está preso más de seis meses y cuando lo apresaron ni siquiera habían establecido los cargos. Su expedito apresamiento contrasta con los cientos de casos por delincuencia común que quedan en el olvido ¿Puede estar alguien preso más de seis meses, cuando no hay una, sino muchas dudas razonables de que no cometió delito? La respuesta por supuesto es No. Además, si uno es fiel a sus principios, nadie que participó en las marchas contra Lucio Gutiérrez por haber metido su mano en la justicia podría aceptar que se haga lo mismo ahora. Ese es nuestro caso.
Segundo, sobre la libertad. Ustedes me dirán ¿qué hay de malo en prohibir los toros o los juegos de azar? Es verdad, no somos aficionados. Pero limitar la libertad de elección de las personas en sus aficiones, gustos y vicios, no solo es anti-democrático, sino también contraproducente.
Tercero, sobre el castigo. No sé si más procesos penales, consejos y sanciones ayuden a producir mejores ciudadanos. Nos hemos vuelto carceleros hasta del pensamiento. ¿Será esto la mejor manera de tener más afiliaciones al IESS, de controlar la riqueza y hasta la pobreza, de tener mejores periodistas? Vigilar y castigar nunca ha sido la vía para un país mejor.