Redacción Guayaquil
guayaquil@elcomercio.com
La asociatividad entre pequeños productores es la base para la formación de 600 microempresas agrícolas, que han dado un valor agregado a sus productos.
En la segunda Feria de Resultados Prottar, realizada esta semana en el Palacio de Cristal de Guayaquil, se mostró la creatividad de los microempresarios.
Carlos García, en un pequeño estand, explicó cómo transformar los tallos de banano (raqui) en papel para invitaciones y tarjetas de presentación. “Es todo artesanal. Se lava, se aplasta, se escurre la fibra, todo a mano”, señaló el joven oriundo de El Oro.
Él pertenece a la asociación Asojoven, que acoge a 23 socios. “Queremos ayudar a la ecología y producir este papel a gran escala, pero para ello hace falta tecnología”, señaló.
Asojoven ya presentó el proyecto al Consejo de Desarrollo del Pueblo Montubio de la Costa (Codepmoc), para construir la maquinaria que facilite el proceso de producción. El costo es de USD 20 000.
En el cantón Urdaneta (Los Ríos), cinco asociaciones agrícolas se unieron para cultivar cacao orgánico, naranja y mandarina. “Estamos conversando con un consorcio italiano para exportar cacao elaborado artesanalmente”, cuenta Mercedes Viteri, quien encabeza la agrupación.
Estas asociaciones recibieron la transferencia de tecnología del Codepmoc, la cual consistió en capacitar a los socios en cultivos orgánicos. “Estamos gestionando la compra de una secadora y de un molino para vender con valor agregado el producto”. El proyecto cuesta USD 90 000.
La familia Orrala está aún en la fase de preparación de un proyecto. Ellos, junto a otras 25 familias de Olón (Santa Elena) tienen hospederías comunitarias. Pero proyectan unir los servicios a través de senderos turísticos y más infraestructura.
María Cristina Ruilova, técnica del Codepmoc, explica que en la transferencia de tecnología se enseña desde el procedimiento parlamentario (cómo conformar y participar en una asamblea) hasta el diseño de los proyectos. “Los capacitamos para elaborar los perfiles, cómo definir los costos y cómo reconocer las fortalezas turísticas”.
Artemio Orrala es uno de los socios, tiene 10 años elaborando artesanías de tagua, cáscara de coco y papel reciclado. Además tiene una hospedería en la que comparte tres de las habitaciones de su casa con los turistas. “Tienen baño privado y están acondicionados para que compartan nuestra vida diaria, pero con mucha comodidad”.
En la zona hay otras siete hospederías comunitarias. La idea es unirlas con la oferta de senderos turísticos en la montaña.