Redacción Santo Domingo
Carmen Torres recorre a diario las estrechas calles lastradas de la cooperativa de vivienda Laura Flores. Ella tiene una casa en ese sitio, donde viven otras 404 familias, distribuidas en 28 manzanas.
Torres es presidenta de la cooperativa. Antes fue secretaria y tesorera de la organización.
El programa de vivienda se levantó sobre un antiguo botadero de basura. Según Torres, solo 64 viviendas se construyeron sobre tierra firme”.
Las 354 casas restantes están sobre una capa de 50 cm de tierra, que se colocaron para cubrir los desechos sólidos que generó la capital tsáchila.
El albañil Carlos Uchuari está encargado de reconstruir la casa de su madre, Mercedes Jaramillo. Una de las excavaciones para levantar las columnas se llenó de lixiviados. “Creo que en la casa aledaña hay un pozo séptico”.
Jacinto Romero empezó a construir su casa en esta cooperativa. El inmueble de dos pisos está inconcluso y junto a las columnas de cemento están regadas las fundas de basura con desechos hospitalarios.
El 60% de las casas de la Cooperativa Laura Flores es de bloque. El resto es de madera. Una de estas últimas es de Antonio Loor. Él recuerda que en 203 todo era monte y basura. “Tuvimos que desmontar y limpiar antes de instalarnos aquí”.
El vicepresidente de la cooperativa, Antonio Rodríguez, está convencido de que la basura enterrada no hará daño a los vecinos. Allí son muy comunes las mingas para adecentar las calles y embellecer los parques.
“Lo importantes es tener casa propia. Aquí vivimos felices y somos solidarios”.