Redacción Esmeraldas
Sobre el tablado de la parroquia La Anunciación, al sur de la ciudad de Esmeraldas, 38 actores ensayan la obra ‘Banano amargo’.
Son amas de casa, estudiantes, bailarines, un ex presidiario, deportistas… La obra está basada en la novela del desaparecido escritor esmeraldeño Julio Estupiñán Tello, en la cual recreó los desencantos que dejó el auge bananero en Esmeraldas. La obra tiene sabor a protesta y su sentido se extiende a
otros productos, como la madera, el petróleo y la palma africana, que también llegaron rodeadas de ofertas doradas.
Eso cree el director español Joaquín Díaz, que desde hace un año pule la obra, caminando entre la disciplina y el oficio teatral.
De esto saben bien personas como Celia Tello, de 65 años.
La experimentada actriz ha incursionado en obras, como ‘Bodas de sangre’, de Federico García Lorca, que se presentó en Nueva York. O, Yomaira Matamba, una estudiante de 18 años, que por primera vez se sube a un escenario. Ahora, coinciden en que son como una gran familia, ya que desde diciembre de 2008 están juntas ensayando, de lunes a viernes, en dobles jornadas de cuatro horas. “Esto sí es amor al arte, pues lo único que les puedo ofrecer es agua”, dice, sonriendo, el Director. Para los actores es algo más. Es un reto.
Una terapia. Una pasión que se ha apoderado de ellos. Para Xavier Delgado, ex futbolista de El Nacional, de 38 años, por ejemplo, es una opción de vida, luego que perdió el ojo izquierdo y tuvo que dejar de lado su profesión. Ahora lo único que pide es una oportunidad para trabajar y mantener a su familia. Lo cierto es que con el apoyo de la Universidad Católica, sede Esmeraldas, y la empresa Tía, el grupo de teatro, que también se llama Banano amargo, sigue trabajando. Es una obra complicada, compuesta de 19 escenas, que tendrá una duración de cuatro horas, dice Díaz. “Pero todos ya están metidos en la tarea”.
Luego de una fase de calentamiento, en la que los actores deambulan por el salón , Joaquín Díaz invita a recrear una escena.
La mayoría de actores asume el papel de un grupo de campesinos. Cuatro se convierten en las autoridades y empresarios extranjeros, protegidos por un guardia armado que, de cuando en cuando, amenaza a la multitud. Con un lenguaje coloquial, unas veces, y enérgico, otras, invitan a los campesinos negros a tramitar los títulos de propiedad.
En caso contrario, el Estado les puede quitar las tierras, les advierten. También les dicen que con esos papeles pueden empeñar sus tierras a cambio de créditos, para comprar radios, televisores, ropa…
Así reciben un dinero que no pueden pagar nunca y que finalmente permitirá que se les despoje de la tierra que heredaron de sus padres y abuelos.
Es una radiografía de la década de los setenta, cuando apareció un banco estatal dedicado al agro y las grandes empresas productoras de banano necesitaban tierras fértiles. El reto será ponerla en escena y presentarla pronto.
Los actores esperan llevar la obra a Quito, Guayaquil, Cuenca, una vez que la presenten en su natal Esmeraldas.
Todos mantienen su optimismo, pues han trabajado duro en el transcurso de un año.