En 2209

¿Cómo se habrá imaginado Juan Pío Montúfar, allá en 1809, a su tierra después de 200 años? Ahora que ya conocemos, o creemos conocer, al Ecuador del año 2009, ¿cómo será la vida en esta geografía dentro de 200 años, en 2209?

¿Será la independencia -en el sentido de libertades civiles, políticas y económicas- todavía un embrión deformado? ¿Bastarán dos siglos más para independizarse de los caprichos del caudillo de turno?

Depende de si la sociedad mantiene su fe en el político mesiánico, capaz de construir la felicidad colectiva; de si la imaginación sigue nublando la realidad; de si,  aislados de la realidad y, por  tanto, incapaces de promover cambios útiles, continúan entonces las pretensiones de arrancar de cero, de inaugurar todo.

Si la fantasía sigue imponiéndose a la realidad, cómodamente volverán a regir esos resentidos, que desde el poder consideraron a la ciudadanía un grupo de súbditos, que debe venerarlo -¡cuidado con el desacato!-; o esos paranoicos, que vivieron advirtiendo de conspiraciones y atentados; o esos miopes, que confundieron a la Ley con el papel higiénico; o esos enamoradizos, especialmente de su propia voz.

Si las ideologías continúan desplazando al pragmatismo, las ilusiones frustradas seguirán a la orden del día y esta tierra se consagrará como fértil para los golpes de Estado. La incógnita es cómo serán. Hasta hace pocas décadas se los daba con armas de fuego; ahora se los consolida, principalmente, con abstractas armas legales, como reformas constitucionales a la carta, legitimadas en referendos apenas equitativos, que permiten al golpista con apariencia democrática aferrarse al poder y gobernar a sus anchas. ¿Qué armas utilizarán entonces?

Desde luego hay muchas más dudas que pistas. ¿Seguirán los políticos acentuando las injustas y subjetivas diferencias de linaje, en lugar de eliminarlas?

¿Todavía concederá la banca pública créditos a los que no cumplan los requisitos pero estén bien conectados? ¿Se usará el estado de emergencia como excusa para contratar a dedo? ¿A algún mandatario se le ocurrirá proclamar a la integración como objetivo nacional y a la vez amenazar con salirse de la CAN? Ojalá que para entonces al menos ya se hayan extinguido las comprometedoras FARC.

¿Continuarán imponiendo tributos a placer, espantando a la inversión privada, excitados con un Gobierno cada vez más grande y un pueblo cada vez más pobre?

¿Perdurarán las regulaciones que petrifican al mercado laboral y provocan mayor desempleo? ¿Se logrará contener la emigración? ¿Será un país o solo un paisaje?

¿Cómo se recordará a nuestra época? ¿Se la recordará? ¿Cómo definirán al Congresillo? ¿Qué habrá pasado con Ciudad Alfaro? García Moreno, tirano y todo, siquiera hizo construir una cárcel.

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