Redacción Guayaquil
Apoyado sobre el espaldar de una cama, Gary Sevilla piensa en su situación. Es parte de los pocos enseres que alcanzó a salvar de la inundación.
Él es uno de los 139 damnificados que dejó el desbordamiento del río Gala, en la hacienda La Victoria del Grupo Wong, en Balao (Guayas). Hasta que baje el nivel de las aguas, una de las ocho aulas de la escuela Rosa Espinoza será su hogar provisional.
Sevillano cuenta que el lunes, un día después de la emergencia, volvió a su casa. “El agua está un metro arriba y pude rescatar la cama, la cocina, el juego de comedor y algo de ropa llena de lodo”.
A su lado, Narciso Cusme recuerda que la inundación se inició a las 03:00 del domingo y que el agua subió 3 metros. Solo sobresalían los techos de las casas y las hojas superiores de las matas de banano. Con su esposa e hija salieron a la parte alta de un camino para esperar, en medio de la lluvia, hasta que llegue la ayuda.
Ante la emergencia, el alcalde, Luis Castro, determinó que las escuelas Rosa Espinoza y Miraflores sirvan como albergues. Todos los damnificados trabajan y viven en la hacienda La Victoria.
En la escuela Rosa Espinoza están evacuadas 104 personas de 31 familias. Un constante ir y venir de gente marca la rutina del sitio. En el patio, médicos de la Prefectura del Guayas atendieron a niños y adultos, y les dieron medicinas. Entre tanto, personal del Ministerio de Inclusión Económica y Social realizó un censo.
Luis Infante, coordinador de la Secretaría de Riesgo en Balao, quien trabajó en la emergencia con 25 voluntarios, dijo que los propietarios de la hacienda hicieron un sobrevuelo y confirmaron que el río se desbordó en tres sitios e inundó 174 ha de banano.
Vitelio Rodríguez regresó un día después de la emergencia a su casa para rescatar unos pocos enseres. La rápida creciente del río no les dio tiempo para más.
Su esposa, Marlene Campoverde, llora al recordar lo sucedido.
Entre sollozos cuenta que lo único que alcanzaron hacer con su esposo fue salvar a sus dos hijos y escapar de inmediato.
Ismael Cevallos dice que trabaja 11 años en esas tierras y que nunca se habían inundado. “Ni siquiera en El Niño del 98 nos llenamos de agua. Lo que pasa es que en la otra orilla, en una camaronera, construyeron un muro. Al haber la creciente, el agua golpeó allá y se vino con todo a este lado”.
Mientras espera atención médica con su pequeño hijo en brazos, Cristian Moreno lamenta la situación. Si bien han recibido ayuda de sus patronos, tiene dudas sobre su trabajo. “Si la plantación no seca en 72 horas se perderá todo el banano y habrá que esperar que terminen las lluvias”.
Al final de la tarde, el prefecto Jimmy Jairala, llegó al albergue con comida, agua y colchones.
A un costado, Ericka Merchan y su hija esperan el momento de iniciar los preparativos de la merienda. Las mujeres se organizan para preparar los alimentos.