Cerca de 2 000 comerciantes laboran en la Plaza de los Ponchos de Otavalo. Los sábados se suman otros 1 000 más. En el cantón, existen 890 plazas hoteleras, según el registro de la Dirección de Turismo del Municipio otavaleño. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO
Como un paisaje multicolor, en medio de la ciudad de Otavalo, la Plaza de Ponchos sigue siendo el sitio ineludible de visita. No pasa de moda.
Tal vez por eso, la revista internacional Lonely Planet, especializada en turismo, recomendó a este ícono de la provincia de Imbabura como uno de los destinos que deben ser visitados en el 2017. Lo ubica en el top de las mejores experiencias de América del Sur.
Entre otras cosas resalta la amplia variedad de trabajos manuales y la habilidad de los comerciantes kichwas para entablar negocios.
El 19 de enero pasado recorrían el sitio visitantes como Anna Bauman, de Holanda; Andre Duerincrk, de Bélgica; Marcia Barros, de Brasil; y Carlos Fernández, de Colombia.
Con entusiasmo los viajeros avanzaban por los puestos en donde cuelgan coloridos sacos de lana, blusas bordadas, guantes, tapices y fajas que son usadas como cinturones por las mujeres indígenas, entre otros artículos que se exhiben.
A pesar de tener 46 años de funcionamiento, el considerado mayor mercado artesanal de Sudamérica continúa sorprendiendo al mundo.
Lonely Planet no es el primer medio de comunicación extranjero que fue cautivado por esta llamativa vitrina. El año anterior la BBC también presentó un artículo denominado “La tierra del arte andino”.
TV5 de Canadá igualmente grabó un documental sobre este rincón de Otavalo, como parte de una serie de los 13 mercados exóticos del planeta.
La producción sobre La Plaza de Ponchos será transmitida el próximo 17 de febrero asegura Segundo Terán, funcionario de la Dirección de Turismo de Otavalo, quien colaboró con la realización.
Ahí se cuenta el inicio de esta feria. María Rosa Conejo, de 78 años, recuerda que era una niña cuando sus padres vendían chalinas de lana que elaboraban en telares manuales. Por ese entonces las ventas se realizaban solo los sábados, en un canchón de tierra.
La Plaza de los Ponchos
La Plaza de ponchos uno de los destinos del 2017. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO
La Plaza de ponchos uno de los destinos del 2017. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO
La Plaza de ponchos uno de los destinos del 2017. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO
La Plaza de ponchos uno de los destinos del 2017. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO
La Plaza de ponchos uno de los destinos del 2017. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO
La Plaza de ponchos uno de los destinos del 2017. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO
La Plaza de ponchos uno de los destinos del 2017. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO
La Plaza de ponchos uno de los destinos del 2017. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO
La Plaza de ponchos uno de los destinos del 2017. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO
Sin embargo, en 1971 la arquitecta Tony Zwollo, de Holanda, y el Instituto Otavaleño de Antropología (IOA) construyeron el mercado con el diseño actual -que incluye 99 viseras de cemento, en forma de hongos-. Así rememora Plutarco Cisneros, presidente de IOA.
Luzmila Iza, presidenta de la Asociación Interprofesional de Maestros y Operarios de la Plaza de Ponchos, comenta que no se han permitido cambios. Pues, como muchos comerciantes, considera que el estilo rústico atrae a los turistas.
La música popular, que se transmite por un alto parlante desde el centro del también llamado Mercado Centenario, retumba en los 6 400 m2 de este recinto.
Los vendedores, que se protegen del sol debajo de las cubiertas de cemento y carpas de plástico, esperan a los clientes de lunes a domingo.
“El sábado y el miércoles, que son los días de feria, llegan más visitantes”. Así comenta Iza. Asegura que en el sitio laboran 2 000 mercaderes, que venden las artesanías, que se producen básicamente en las comunas rurales vecinas.
Pero el sábado este mercado al aire libre crece como un pulpo. Al menos 1 000 personas más ocupan las calles aledañas para ofertar productos, como ropas, calzado, instrumentos musicales, pinturas y bisutería.
No hay cifras actuales sobre el número de visitantes que arriban a Otavalo, asegura Renata Posso, coordinadora de Turismo del Municipio.
El último registro del Ministerio del ramo señala que en el 2011 llegaron al Valle del Amanecer 306 590 turistas extranjeros y 137 000 nacionales.
Sin embargo, es visible el número de foráneos que continúan viniendo. Unos viajan dirigidos por agencias de turismo y otros son aventureros que van solo con guías de viaje.
Bauman y Duerincrk visitaban por primera vez Ecuador. Llegaron atraídos por la publicación de Lonely Planet.
Una de las cosas que más le encantó a Andre Duerincrk fue el paisaje de montañas verdes que rodea a Otavalo y la feria llena de colores vivos. Asegura que parece un arco iris textil.
A Anna Bauman le cautivó la práctica de regatear los precios que tienen los comerciantes. Por un poncho de lana de oveja, que solicitaban USD 15, por ejemplo, lo compró finalmente en 12.
En la Plaza de Ponchos es posible encontrar artesanías de otras latitudes, como pinturas de Tigua de Cotopaxi; lanzas de madera de chonta de Napo; sombreros de paja toquilla de Manabí; shigras (bolsos) de lana de Chimborazo y, hasta, ponchos de alpaca de Perú.
Muchos comerciantes, como Alicia Tabango, ofrecen sus artículos en español e inglés.
Asegura que siempre hay clientes nuevos. Tal vez por eso la mayoría de comerciantes laboran de 04:00 a 18:00.