El vuelo de un parapente en Ibarra, una actividad turística que se desarrolla sobre la laguna de Yahuarcocha. Foto: Cortesía Fly Ecuador
El vuelo libre como un pájaro sobre lagunas, playas o ciudades, puede ser una de las experiencias más emocionantes de las personas que se atreven a saltar en un parapente.
Este deporte permite lanzarse desde una pendiente y realizar un descenso controlado.
Desde el aire se observa un paisaje alucinante de cañones, precipicios, ríos y valles. Las imágenes pasan rápidamente como en una película. La experiencia termina cuando el aventurero llega a tierra y vuelve a respirar normalmente.
El tipo de paracaídas que se usa en esta disciplina permite surcar los cielos pausadamente, dibujando espirales en el aire. Los expertos aseguran que, con buen viento, los pilotos se pueden remontar hasta 2 000 metros de altura en la Costa y más de 3 800 metros en los Andes.
Sobrevuelo en parapente por los cielos de Riobamba. Foto: EL COMERCIO
A diferencia de un descenso en paracaídas, que produce vértigo, el bajar atado al semicírculo de nailon del parapente elimina esa sensación, porque el desplazamiento es más lento.
Para Santiago Duque, instructor de la Escuela Fly Ecuador, que funciona en Ibarra, un perfecto vuelo requiere de tres cosas: buen clima, un parapente en buen estado y la experiencia del piloto.
Es un verdadero ritual en el que el hombre y la naturaleza se fusionan. Al filo del punto de lanzamiento, los deportistas esperan con paciencia una brisa que les impulse. Aunque los parapentistas lo consideran un deporte seguro, nunca está demás llevar un paracaídas de emergencia.
Los seguidores de Ícaro han identificado varios escenarios. Los miembros de esta especie de tribu van como gitanos huyendo de vientos muy suaves o muy fuertes.
Duque asegura que la temporada ideal para volar en la Sierra se extiende entre septiembre y mayo.
Los turistas realizan parapente desde la loma de Nitón en Pelileo, mientras el volcán Tungurahua está en erupción. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Mientras que en el Litoral, se puede pasear por las nubes todo el año. Los vuelos en parapente son una tendencia que se ha desarrollado en las dos últimas décadas en el país. Hay tres categorías: recreacional, distancia libre y acrobacia.
Sea cual sea la modalidad, se requiere que el piloto corra apenas cinco metros con la estructura a sus espaldas para tomar impulso y que pueda sustentarse en el aire.
Cada día más personas se interesan por aprender los secretos de esta actividad. Entre ellos está Luis Cadena. Él cuenta que planea por diversión. Hasta el momento ha hecho 50 descensos.
Duque y Cadena dicen que al volar en parapente sienten como si flotaran en el aire. Por eso, quien lo practica puede experimentar una sensación de paz. Desde arriba aprecian las maravillas del paisaje. La propuesta está hecha. Usted decide si se aventura a volar.
Los amantes de las alturas han descubierto en ciudades de la Sierra y la Costa lugares aptos para la práctica segura del parapente.
Según la Asociación Ecuatoriana de Pilotos y Profesionales de Parapente, esos sitios se ubican cerca a Ibarra, Baños, Crucita, Canoa, La Troncal, Riobamba, Santa Elena,
Latacunga o Loja. En estas ciudades se ofrecen vuelos recreativos y comerciales. Para estos últimos no se necesita tener práctica, pero sí ir con un piloto experimentado.
Desde hace una década, unos 30 pilotos del Club Chimborazo descubrieron las bondades del clima en las localidades de Tunshi, en Riobamba. Según Julio Once, directivo del Club, ellos practican los dos tipos de actividades. Para un visitante, un vuelo cuesta USD 20.
Desplegando el parapente previo al vuelo. Foto: EL COMERCIO