Zoko, una 'patria' en donde habitan hamburguesas singulares

La carne que usan en Zoko es fresca y la muelen ellos mismos utilizando 50% de lomo fino. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO

La carne que usan en Zoko es fresca y la muelen ellos mismos utilizando 50% de lomo fino. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO

En el norte de Quito, en una calle repleta de alternativas gastronómicas, se levanta Zoko, la ‘patria’, por excelencia, de los ‘zoqueros’ y ‘zoqueras’. El local que podría ser uno como cualquier otro, es un mundo aparte. Un rincón para olvidarse por horas y horas de la realidad citadina.

Una vespa de colección da la bienvenida a nuevos exploradores y también a los ‘zoqueros’ frecuentes y ya desde la entrada se puede notar que se trata de un lugar como ningún otro. Máquinas de escribir antiguas, una colección enmarcada de vitelas, bicicletas de metales oxidados colgando del techo, son solo algunos de los detalles que engalanan las paredes, a modo de decoración.

Siguiendo el camino hacia las mesas, está la cocina, visible solo a través de una pequeña ventana. Porque Zoko, como es un lugar de exhibición de los más peculiares objetos (también de historias) y para disfrutar entre amigos, es un lugar para el buen comer. Porque cualquier platillo en el ambiente adecuado, estimula los sentidos y hasta sabe mejor. El entorno influye, levemente, y la acción de comer trasciende a experiencia.

Este universo alterno, con forma de restaurante, nació a partir de la idea de crear un pub enteramente latino- por eso hay rastros de exponentes del rock latinoamericano por todas partes- y terminó convirtiéndose en prácticamente un movimiento, el de los ‘zoqueros’ (la clientela asidua del lugar).

La carne que usan en Zoko es fresca y la muelen ellos mismos utilizando 50% de lomo fino. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO

Como Zoko se ha vuelto especialmente popular por su oferta de alitas, reconoce la dueña María Elisa Cantos, resulta difícil encontrar una mesa libre en horas pico en días pico o cualquier día de la semana, en realidad. Si bien el local es conocido por este último platillo, lo es también por su variedad de hamburguesas, sobre todo la Locomotora. Si el comensal se fija muy bien en el menú, notara que la mayoría de platillos llevan nombres de canciones latinoamericanas.

Como advertencia y dado que se trata de hamburguesas fuera de lo normal, el pedido puede tardar un tanto en llegar a la mesa. Pero eso no es un problema, pues se puede burlar los minutos jugando ‘Párame la Mano’ (el juego vienen impreso en los individuales) o dar un vistazo a la colección de antigüedades y objetos particulares que adornan el lugar: catrinas, máscaras multicolores de Diablos Huma, un mural de Charly García, Fito Páez y Gustavo Cerati, o fotografías de los visitantes famosos.

La hamburguesa Locomotora fue la elegida para la degustación por estar bañada en una salsa de la casa en base a Jack Daniel’s, y una vez lista sale de la cocina. El mismo chef- Christian Ordóñez- la trae a la mesa por tratarse de una ocasión especial. Cuenta que se especializa en todo lo que es grill y que la singular salsa es una receta original que ha ido perfeccionando a lo largo de los años.

Como todo conocedor de hamburguesas sabe, la carne es el alma de la hamburguesa, y la de Zoko se muele en la cocina del lugar, elevando el estándar de frescura. Se usa 50% de lomo fino, se condimenta con especies a elección de Ordóñez y se termina de cocinar en el aderezo especial.

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El aroma dulzón del licor con el que se hizo la salsa se desprende de la preparación y ‘vuela’ hacia la nariz de los comensales, avivando a las papilas gustativas. Después del primer mordisco se produce el ‘clic’, cuando el aroma y el sabor se corresponden mutuamente, lo que en el mundo gastronómico se llama flavor. Así lo destaca el chef Pablo Cruz.

Otra conjunción acertada que se percibe en la Locomotora es la del tocino con la salsa dulce de la casa. La mezcla es equilibrada, cree el experto, y también que la elección del queso mozzarella gratinado sobre la carne es un ‘plus’. El medallón se mantiene caliente de principio a fin y el único inconveniente es que pierde humedad en el paladar, lo que tiene que ver con el proceso de molerla asegura Pablo.

Finaliza la degustación, pero la visita continúa por los rincones de la patria de los ‘zoqueros’, porque siempre hay algo nuevo que ver: una obra de Plastiman (quien tiene su taller en el restaurante) autografiada por un famoso rockero; o que escuchar, la historia del argentino que recorrió el mundo en motocicleta; o que probar si aun hay apetito.

Precios: USD 16 en promedio

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